Participación y control: la política digital como aporte a la democracia

Ayudadas por las redes sociales, crecieron en los últimos años las plataformas que presentan peticiones.

En esta época de democracias cuestionadas, hay al menos dos reproches que salen a la luz: la creciente distancia entre dirigentes y ciudadanos (crisis de representación) y la falta de control (accountability) del poder y el dinero público. Dos posibles causas de desilusión política, entre varias, que vienen disparando soluciones no tan democráticas ni republicanas.

A la vez, la tecnología parece haber empoderado a la sociedad, aunque con algunos efectos no deseados. Las redes sociales suman voces al debate público a la vez que –según se afirma- aceleran la fragmentación y la polarización.

Pero de la mano de la tecnología vienen también otras opciones capaces de ayudar a revertir esas carencias, como lo son las plataformas digitales de participación ciudadana, cuyo protagonismo ha ido creciendo en los últimos cinco años. Se trata de propuestas como change.org, en las cuales las personas pueden subir sus propios proyectos o adherir a otros.

Casi como un 'crowdfunding' -plataformas en las que se pueden hacer pequeñas donaciones a una causa o recolectar fondos de inversión-, en estas iniciativas colaborativas se aporta la firma a una idea o se desarrolla un proyecto. Y si este consigue el suficiente apoyo puede visibilizarse para ser tratado por las autoridades o legisladores correspondientes.

Podría considerarse como un mecanismo de democracia semidirecta, ya que la propuesta en cuestión no es 'a libro cerrado' como en un referéndum popular, porque puede ser tomado a debate por los representantes políticos, y a la vez estimula una forma de participación directa.

"Somos una herramienta de presión ciudadana", define Gastón Wright , director en Argentina de Change.org, la plataforma que impulsó una petición de "Ficha Limpia" (proyecto de ley para que quienes tengan una condena de tribunal superior no puedan ser candidatos) y cuya participación creció en los últimos tres años apalancada también por la difusión a través de redes sociales.

A nivel local, de municipios por ejemplo, el impacto es mayor no solo por la cercanía de los temas para las personas sino también por el peso de recolección de una cantidad importante de firmas en una comunidad pequeña: difícil para las autoridades mirar hacia otro lado. De hecho, la organización democraciaenred.org, dirigida por Agustín Frizzera, desarrolló la iniciativa "Presupuesto Participativo de Vicente López", en la que se puede debatir sobre la asignación de recursos públicos.

Si de transparencia se trata, estas organizaciones o plataformas se financian con donaciones de sus seguidores y fundaciones, y hasta con servicios de consultoría, publicando sus presupuestos.

¿Podrán estas herramientas digitales convertirse una vía más fuerte para fortalecer la participación política, ayudando a que la democracia no se limite a períodos electorales? ¿Por qué no podrían ser un elemento importante de activismo dentro de los –alicaídos- partidos o fuerzas políticas? "Si los partidos no presentan estas iniciativas durante la campaña, difícilmente lo hagan cuando son gobierno", sincera Frizzera, para quien los partidos se han convertido en una suerte de "caja negra".

Gastón Wright parece coincidir. Cree que este tipo de plataformas permite volver a las raíces y cerrar la brecha entre ciudadanos y representantes, muchas veces más leales a su partido que a sus votantes. "La política tiende a esconder al tomador de decisiones", asegura.

A través de distintas vías, la tecnología está reduciendo los costos de participación en la acción colectiva. También puede favorecer los incentivos, a partir de salvar distancias geográficas o mostrar las adhesiones en tiempo real a una causa. Algunos proyectos tienen éxito, otros fracasan. Pero ese no sería el problema: es el juego de la democracia.

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