Nueva temporada y mucho suspenso en la serie "El tobogán argentino"

La columna de Hugo E. Grimaldi.

Temporada 4, Capítulo 3 (S04E03). El comienzo del nuevo año de la atribulada serie que protagoniza la Argentina se presenta con cortes de luz y un brote singular de casos de Covid, más la trepada del dólar, una emisión de pesos incontenible y precios indomables. El guión de este tercer año del cuarto gobierno kirchnerista marca que la cámara debe mostrar que hay un automóvil detenido en medio de la noche, que el taxi corre y que la cuenta se agranda. Al volante está el ministro Martín Guzmán y junto a él se ubica el Presidente. En el asiento de atrás está la vice en el centro, flanqueada por su hijo Máximo y por Sergio Massa. Afuera, se observa una garita con guardias de frontera que miran la documentación, mientras uno de ellos requiere instrucciones por teléfono porque no aparece un Programa que respalde los papeles.

En la siguiente escena la valla fronteriza sigue baja porque sin la guía que se le reclama a los ocupantes del automóvil el andamiaje les resulta endeble a quienes revisan, ya que se nutre únicamente de promesas. Del otro lado de la línea, creen que esta vez no deberían dejar pasar nada porque la degradación argentina y la poca acción para enmendar los errores implica que una vez más podrían quedar desairados. Hay también quienes suponen que alargar la situación es una estrategia para llegar a un nuevo paga-Dios. Mientras tanto, la Argentina del no-hacer sólo atina a elevar a diario la presión tributaria, mientras espanta inversiones, no genera empleos suficientes y se deshace en la pobreza.

Toda la escena no deja de ser patética porque, ante la gravedad del cuadro, dentro del automóvil sólo se buscan excusas para venderle, sobre todo a los propios y de la mejor manera posible, el ominoso ajuste que llegará de modo inexorable. Planean hacer una reunión informativa con gobernadores y como saben que deberán explicar cómo se va a reducir el déficit fiscal, qué pasará con la muy difícil segmentación de las tarifas de gas y luz en el Área Metropolitana para reducir subsidios y por qué subirán las tasas y se ajustará el tipo de cambio sólo buscan decorar la cosa con un relato lleno de pretextos para que no se note que han optado porque sea la inflación la que haga su malhadado trabajo a la hora de licuar ingresos.

El centro del libreto de este primer capítulo de la alucinante serie que habla del envilecimiento de la política económica argentina será saber si de verdad Guzmán ha logrado convencer a los técnicos del Fondo Monetario de la viabilidad de algo que él no desea mostrar públicamente para evitar resistencias en la coalición de gobierno sobre todo o si habiendo enterado al FMI de sus padeceres internos, todo es parte de un plan que le permita sostenerse al comando de la economía. En la temporada anterior, el ministro pareció jugar a dos puntas varias veces, algo que el Instituto Patria sospecha y hasta trató de sacar ventajas del Informe ex post del préstamo efectuado a la Argentina durante el gobierno de Mauricio Macri, pese a que el organismo reconoció errores que seguramente ahora mismo no querrá volver a cometer.

Con tono de advertencia, en esa primera escena el conductor le dice ceremoniosamente a los otros cuatro que "resta tener los consensos internacionales que hacen falta para lograr un acuerdo", aludiendo así indirectamente a la errática política exterior argentina y a las alianzas ideológicas que hasta ahora le impuso al Gobierno el ala kirchnerista de la coalición. Parece ser una frase dirigida al periodismo, pero que tiene una dirección inequívoca. Y luego el ministro alude a que el acuerdo tiene que ser político: "con el staff ha habido entendimientos profundos y a nivel de los accionistas claramente ha habido un crecimiento de la comprensión que no se ha dado a la velocidad que sería deseable para tener un acuerdo ya. Se debe acelerar ese proceso de comprensión", reitera.

En buen romance, lo que desea explicar Guzmán a sus jefes es que sobre todo el Tesoro de los Estados Unidos no quiere saber nada de más promesas y que es probable que varios países de Europa estén igualmente cansados de la montaña rusa argentina, ya que 21 acuerdos incumplidos desde 1958 han sido suficientes. Es seguro que esta vez, para cruzar la barrera, habrá que hacer toda la buena letra que se le pide desde Washington, pero además ratificar técnicamente esos entendimientos. Para ejercer el comando de ese mismo staff, hasta ahora presuntamente comprensivo, ha llegado el muy duro economista israelí-brasileño Ilan Goldfajn, quien fue presidente del Banco Central de Brasil y conoce a la Argentina al dedillo.

Como toda serie que se precie, las dificultades no sólo están del lado de los protagonistas principales, sino que la cámara irá saltando para registrar también los padeceres opositores, quienes desde el 10 de diciembre para aquí no han dejado pecado sin cometer, mientras que sus principales dirigentes han quedado literalmente colgados de las cuerdas. Ya en las internas de Juntos por el Cambio se habían visto diferencias, perfectamente entendibles a la hora de la compulsa que propician las PASO. Lo notable es que, pese a la victoria electoral, la misma que los puso en vidriera, muchos de sus miembros se han enredado en varias situaciones de la política que los dejaron malamente expuestos, algo que la prensa detalla (y como siempre ocurre en estos casos los aludidos hablan de periodistas "ensobrados") y el oficialismo explota.

Desde el 10 de diciembre para acá, la oposición ha quedado expuesta en dos situaciones legislativas (una nacional de carácter impositivo y otra provincial que permite gambetear por ahora nada menos que el corte a las reelecciones de intendentes bonaerenses) y muy golpeada con la difusión de videos que la emparentan claramente con prácticas que los gobiernos K dominaron durante años, a partir de la acción de los servicios de inteligencia. En este punto, no hay nada que al kirchnerismo le guste más que demostrar que en la cancha embarrada son todos iguales, como si los delitos de otros taparan los propios.

Un oportuno flashback originado en un par de cámaras instaladas en la sede porteña del Banco Provincia de Buenos Aires ha permitido captar una confabulación en tiempos macristas en la que había empresarios a quienes se les pidieron pruebas, políticos de entonces y tres agentes de inteligencia que buscaban terminar con el accionar del sindicalista platense de la UOCRA, Juan Pablo "Pata" Medina. De esa reunión salió la frase de la "Gestapo para terminar con todos los gremios" que pronunció Marcelo Villegas, quien por entonces era ministro de María Eugenia Vidal.

En cuanto a los deslices legislativos que refleja la historia, JxC falló en la Cámara de Diputados por una imprevisión derivada de la falta de conducción de los bloques cuando quiso aprobar la suba de los mínimos no imponibles de Bienes Personales que había forzado en la sesión por el Presupuesto, aunque sin haber tomado nota que no tenía los votos debido a los viajes de dos diputados propios y una deserción fruto de un test positivo de Covid y se expuso a que se le sumara al proyecto un impuestazo. Esa media sanción, que perdió por un voto, hizo que en el Senado la Ley saliera como quería el oficialismo, ya que a la original se le agregaron aumentos de alícuotas que la oposición no pudo frenar, aunque ha denunciado (y corroborado con filmaciones) que el quórum en la Cámara Alta fue obtenido fuera del límite horario reglamentario.

Más grave aún, pero no sólo desde el número sino desde el punto de vista ético, fue lo que ocurrió en la Legislatura bonaerense, cuando se decidió que la Ley que en su momento habían propiciado Vidal y Massa para limitar los mandatos de los intendentes había sido mal reglamentada y que los dos períodos consecutivos no debían regir desde 2015, sino desde 2019. Allí, los bloques se partieron sin atender órdenes partidarias y aunque se mantuvo la prohibición de la elección indefinida, el estirón del plazo deja abierta la posibilidad de avanzar más adelante hacia una derogación.

La nueva temporada de la serie del tobogán argentino que acaba de comenzar no podría comprenderse sin el consabido resumen de todo lo previo que contenga un marco más conceptual y en esa tarea de compilación no se pueden omitir dos elementos que se cierran cada vez más sobre la sociedad, tal como si fuesen parte de una tenaza que la inmoviliza:

a) la pasión ciudadana por el Estado-presente, una biblia que es más lápida que esperanza porque pide y pide en nombre de derechos infinitos sin tomar en cuenta que son los contribuyentes con sus impuestos o bien toda la sociedad vía inflación o las generaciones futuras vía endeudamiento quienes terminan pagando la fiesta, mientras la presión tributaria creciente le resta posibilidades al país de atraer mayor inversión y por lo tanto de acrecentar el empleo y b) la inconcebible pasión de los políticos por ir siempre detrás de lo que aparentemente desea la opinión pública y ser más que blanditos a la hora de tomar decisiones de fondo.

En términos gruesos, la exigencia de miras cortas que tiene gran parte de la sociedad y la extendida cobardía de los dirigentes, parecen ser dos de los gestores principales de la parálisis argentina, la misma que se manifiesta en recurrentes crisis que ya tienen un nítido carácter estructural, cuya responsabilidad debe mirarse hacia atrás tantas décadas como se le ocurra al lector. El advenimiento del cuarto gobierno kirchnerista, con la coartada que le proporcionó el préstamo más grande la historia tomado por Macri para tratar de zafar de la herencia recibida sin atender sus propias convicciones, hoy lo pone a Fernández en la necesidad de hacer algo de una buena vez porque ha comprobado que el mundo actual no compra más peces de colores.

Esto le ha pasado al Presidente después de intentar repetir el manual que llevó a los dos gobiernos de Cristina Fernández a derrapar no sólo a la hora de elegir como camino el aislamiento del mundo, sino en términos de gestionar la economía con anteojeras (gasto público desbordado, cepos, retenciones, controles, congelamientos, subsidios millonarios al transporte y la energía, etc.), receta que terminó con los "superávits gemelos" (fiscal y de comercio exterior) que había amasado Néstor Kirchner. Por más que NK ya había tomado la opción bolivariana, los cuatro años y medio de aquella gestión, de la que Fernández fue Jefe de Gabinete, se desarrollaron en un contexto de fuerte crecimiento económico y de baja de la desocupación, a partir del valor internacional de las materias primas, precios que luego declinaron dramáticamente en paralelo con la fiesta populista que el actual presidente denunció desde el llano durante una década, cuando tuvo que irse de aquel gobierno tras su postura crítica hacia las retenciones al campo.

El auto sigue detenido y la barrera no se abre. Esta película ya se ha visto en innumerables ocasiones y dependerá de todos los protagonistas, sobre todo de la perpleja y sufrida sociedad, no bajar los brazos y presionar para que la pluralidad que genera consensos le gane a las ideologías y a sus excusas y cambie de una vez y para siempre la historia.

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Comentarios

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  • EV

    eugenio vazquez

    02/01/22

    lo dice por el super tobagan macri. señor

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