El mundo financiero sigue mirando con recelo los pasos que da la Argentina. Haber perdido el status de mercado emergente fue un disparador de temores que habían quedado adormecidos durante la paz cambiaria que generó la soja. Pero esa inquietud está de vuelta: analistas e inversores hacen cuentas día a día para tratar de anticipar qué puede pasar con los pesos y con las reservas, tratando de ensayar coberturas que dejen a salvo su capital.

El equipo económico, esta vez, se muestra más seguro que en 2021 para enfrentar el clima incierto. La escalada que tuvo el precio de todas las materias primas le permitió al BCRA reconstituir parte de las reservas perdidas. No obstante, el mercado está convencido de apelar al atraso cambiario para que el dólar actúe como un ancla para los precios, tarde o temprano forzará un sinceramiento.

Hasta el momento, cubrirse no tiene costo, sobre todo para los que creen que una devaluación es inevitable. Lo que sucede es que el Banco Central tiene una caja de herramientas un poco más armada para evitar este momento todo lo que sea necesario. Desprenderse de bonos para administrar el precio del dólar CCL ya no es algo que les genere riesgo reputacional. El mercado ya lo asumió. Lo mismo pasa con los mensajes persuasivos que hacen llegar a los principales operadores bursátiles, alentándolos a ser parte de la solución y no del problema. Por eso los más audaces miran los pasos del Gobierno para ver si el mayor control cambiario y un mejor clima económico en el tercer trimestre alientan negocios en el mercado de bonos argentinos, que hoy están por el piso y es difícil que caigan más.

¿Qué es lo que puede pasar en el planeta Guzmán en los próximos 60 días? Por empezar, el ministro de Economía está decidido a encaminar el diálogo con el FMI. Se cruzará con Kristalina Georgieva esta semana en la cumbre del G-20, y durante ese plazo espera mantener ordenados los números fiscales y monetarios, con la esperanza de que la Argentina no sea un factor de ruido en agosto, cuando el organismo distribuya los u$s 650.000 millones de DEG. Es que los u$s 4300 millones que le tocan a la Argentina pueden ser parte de un juego delicado.

El kirchnerismo más duro espera que esos recursos sean usados para apuntalar el gasto durante la etapa electoral. Guzmán los necesita para saldar dos pagos de u$s 1800 millones al Fondo. El primero de ellos, en septiembre, deja poco margen para darle usos alternativos a los DEG. Pero el segundo, en diciembre, podría ser refinanciado en el marco de un acuerdo que se selle antes de fin de año. Eso permitiría partir las diferencias internas y liberar u$s 2300 millones de DEG. Para ello hay que aceptar que el diálogo con el Fondo fluya con sus reglas, sin que aparezcan más palos en la rueda. Si Cristina Kirchner entiende el mensaje, el frente financiero puede dejar de ser oscuro.