La razón que empuja a los políticos a preguntar si ya pasó lo peor o aún falta

En toda la dirigencia política, pero sobre todo en la Casa Rosada, hay mucha expectativa por ver cómo sigue la economía en el corto plazo. Septiembre fue un mes de mucha volatilidad y se da por hecho que el número de inflación que el Indec difundirá el próximo miércoles 17 (entre 5% y 7%), será uno de los peores indicadores de toda la gestión Macri y alimentará tanto el discurso opositor -ese día el peronismo celebrará el Día de la Lealtad- como los reclamos sociales y sindicales. Pero el salto de los precios (causado por el brusco aumento del dólar de agosto) no es el único factor que define estados de ánimo. Algunos días después de esas tensas jornadas, el mercado cambiario encontró un sendero de tranquilidad, gracias a la supertasa del BCRA. Los bancos comprueban que la demanda de los individuos por ahorrar en moneda extranjera baja todos los días un poco.

Suba extrema de un lado, y baja mayor a la esperada del otro. Inflación y dólar (contracara del poder adquisitivo de los salarios en pesos) son los termómetros que usan los políticos para palpar el humor social. Está claro que septiembre crispó los nervios de una buena porción de la sociedad. Pero los analistas se preguntan si fue una bisagra o no, porque de eso depende que se haya llegado al piso de la recesión o que el nivel de actividad caiga aún más.

Si lo peor ocurrió en el tercer trimestre, suben las chances de que el rebote sea más visible a partir de marzo próximo, lo que a su vez mejoraría la perfomance de Mauricio Macri como candidato a la reelección. Si la caída continúa, y el cuarto trimestre hunde el año, los votantes no llegarán a percibir un cambio de clima. En conclusión, para que el envión le sirva a Macri, debe comenzar ahora. De lo contrario, la economía ayudará más al peronismo, en cualquiera de sus versiones. Todo lo que cada sector haga hasta fin de año podrá ser visto desde este prisma.

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