punto de vista

La oferta y demanda de diagnóstico de política económica

Desde hace dos años, el Gobierno viene acomodando diagnóstico y acción en materia económica de un modo bastante flexible y condicional a las restricciones y oportunidades que surgen de su evaluación política. Prueba de ello fue la decisión de moverse rápido -luego del triunfo electoral de octubre- en la introducción de reformas, abrir espacio a la desregulación para hacer negocios, reacomodar las metas de inflación y empezar a pensar en alguna consolidación fiscal que reduzca el gasto corriente en términos reales, no simplemente como porcentaje del PBI.

En cada caso, y en lo que ahora se está vislumbrando, el Gobierno ha acomodado rápido su curso de acción a su propio diagnostico porque ve que los tiempos se acortan para lograr una imprescindible consolidación fiscal. Es una corrección propia más que la que resultaría de algún debate elaborado. La oferta de buen diagnóstico, sustentado por ideas concretas que puedan ser realmente útiles para la gestión actual de política económica brilla por su ausencia.

Es raro encontrar buenas presentaciones que ayuden, por la vía de propuestas concretas, a mejorar los problemas que ha venido teniendo el Gobierno con el diagnóstico y las decisiones de política económica tanto en la macroeconomía como en una amplia gama de problemas sectoriales. Una parte importante de este problema se debe a que los buenos expertos se escapan del debate, como se quejaba Federico Sturzenegger en la última reunión anual de la AAEP en noviembre pasado en Bariloche.

Los economistas serios están en desventaja frente a los más mediáticos, porque están obligados a fundamentar de algún modo y con cierto cuidado sus afirmaciones. Los charlatanes no tienen ese problema y no hay forma de que la calidad de lo que se dice se verifique o controle. El mercado de opiniones, en particular en la macroeconomía, está sufriendo lo que los economistas llamamos "selección adversa" y se sesga hacia la baja calidad, con las habladurías o lugares comunes dominando la escena.

La otra parte del problema está del lado de la demanda. Esto es lo que varios economistas de la AAEP le contestaron a Sturzenegger en Bariloche, en cuanto a que no es que no hay intención de participar en los debates, sino que la corporación política, empezando por el gobierno de turno, hace oídos sordos a los diagnósticos porque no tolera o simplemente porque no puede procesar la crítica.

En este sentido el gobierno ha tenido dificultades para recoger opiniones calificadas. Parte de este problema tal vez provenga de la forma jerárquica y centralizada con la que los diagnósticos y las acciones de política pública se manejan en el gobierno de Cambiemos. Otra parte se explica por las dificultades que el ejercicio del poder genera para aceptar que haya gente mejor formada o experimentada que pueda venir a decir que se están cometiendo errores de diagnóstico o que las mejores acciones deberían ser otras.

En medio de este problema que tiene la Argentina para articular conocimiento en función de mejorar sus políticas públicas, existe una notable excepción. Se trata del muy buen libro "100 políticas para la Argentina del 2030" que coordinó Eduardo Levy Yeyati para la Jefatura de Gabinete y que convocó a un número similar de especialistas en diversos campos. Pero esta es la excepción que confirma la regla, porque el Gobierno no tiene problema en que le hagan diagnósticos y recomendaciones para el 2030, pero la cosa es distinta para el corto o mediano plazo en una gran variedad de temas, en particular aquellos que son más críticos como los vinculados al manejo del gasto público o a la regulación sectorial.

La Argentina tiene un déficit de diagnóstico y de mejor planificación de su política económica. Pasadas las elecciones de octubre lo vimos adoptar una postura que parece repetir un formato tipo Washington Consensus, en donde se quiere integrar rápido al mundo y está disparando al aire con reformas horizontales importantes, pero de las que no podemos decir cuál es su real efectividad para impulsar el crecimiento o contribuir a la estabilidad macroeconómica en tiempos políticos relevantes. Ahora lo vamos a ver moverse más rápido a querer reformar el gasto público.

Mientras tanto el reloj de la fatiga de la sociedad se ha puesto a andar, como ocurrió en los años 90, ahora que ya se ha pasado el medio término. Dado esto, es muy importante que la oferta y demanda de diagnósticos y acciones de política económica se coordinen mejor para lograr mayor efectividad. Un buen ejercicio de políticas públicas requiere que el Gobierno acepte con gusto recomendaciones que estén bien fundamentadas y que no persiguen intereses políticos y ni siquiera ambicionan puestos en el gobierno o desplazar funcionarios. El Gobierno debe ayudar a que lo ayuden a mejorar su curso de acción de política económica.

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