La mejor campaña para Macri es pilotear la tormenta económica

La mejor campaña es tranquilizar a la población y llegar lo mejor posible primero a las elecciones y luego al 10 de diciembre". La frase, expresada por un funcionario en la Casa Rosada, resume el pensamiento que gobierna hoy al oficialismo, luego de tres semanas de un intenso sismo financiero. Las medidas que se activaron ayer se sucedieron tras los anuncios de quita del IVA para alimentos básicos, suba del mínimo no imponible de Ganancias, congelamiento del precio de combustibles, bonos salariales, postergación de pagos de deuda, aumento de oferta y restricción a la demanda de dólares y hasta recambio de ministro de Hacienda, entre otros.

En el Gobierno creen que la mayoría de las cosas que podían hacerse ya se pusieron en marcha. Hoy, consideran, ya no hay margen para modificar la realidad desde lo económico. Y transitar los próximos tres meses con calma dependerá casi exclusivamente de la política.

El oficialismo entendió que no es posible repetir los errores que llevaron al duro golpe que significó la derrota en las elecciones primarias, cuando lejos de observar las señales de disconformismo que arrojaba gran parte de la sociedad, se siguió a ciegas la percepción errónea de que la diferencia con el Frente de Todos era mínima y fácilmente remontable, a tal punto que no necesitaba siquiera desdoblar los comicios bonaerenses para alimentar potenciales divisiones entre intendentes peronistas y preservar un distrito que hoy aparece perdido.

La lectura actual muestra un poder saliente que no consigue por si solo llevar la calma que requiere la economía y uno entrante que se exhibe reticente a generarla. Pero, sobre todo, una preocupación social creciente que reclama alcanzar un entendimiento para superar la crisis y establecer las bases de una recuperación. Ese camino, que Alberto Fernández planteó para el 11 de diciembre próximo, es el que el Gobierno quiere activar ahora con el diálogo parlamentario para consensuar el texto del proyecto que propone diferir el pago de bonos bajo jurisdicción local, de manera de evitar que fracase antes de ingresar al Senado. Sin acuerdos básicos, será inútil iniciar un proceso que deberá llevar adelante la próxima administración. Por ello, tampoco hay en el horizonte aún un cronograma para convencer a los bonistas extranjeros de seguir la misma línea.

La campaña electoral será, entonces, un hecho absolutamente irrelevante para Mauricio Macri y no alcanzará con garantizar a los ahorristas que pueden disponer libremente de su dinero. Si no puede pilotear la tormenta, la economía seguirá en baja y cualquier promesa carecerá de sustento.

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