

En economía se puede evitar de todo, menos las consecuencias, nos recordaba religiosamente un profesor al término de cada clase en la facultad. Tan obvio, que parece haber quedado en el olvido. Como suponer que el atraso cambiario generado por la inflación puede detenerse con mayores restricciones a la salida de dólares por la vía turística.
Pero el meollo de la cuestión ya siquiera es la inflación. Sino la falta de articulación del Gobierno entre sus distintas medidas, que lo llevan hasta extremos insólitos. Por ejemplo, desconocer la existencia de un mercado paralelo del dólar pero verse obligado a intervenir en el mismo. O negar el problema cambiario en medio de trabas a las importaciones, prohibiciones para la compra de dólares y restricciones que se multiplican por doquier.
Una vez más, se elige el atajo. Atacar la consecuencia y no la causa ¿Qué sentido tienen los controles que se acumulan si no se combate la inflación? Si el Banco Central continúa emitiendo billetes a un ritmo del 40% anual para financiar al Tesoro o el gasto se incrementa al 30% anual, como esperar que no impacte tarde o temprano en los precios.
No se trata de realizar un salvaje ajuste neoliberal, sino de armonizar un plan integral que permita hacer confluir todas estas variables a niveles compatibles con una economía que crezca con inflación moderada. El riesgo es consolidar (o profundizar) el actual escenario: estanflación (estancamiento económico con inflación).
Resultados
El cepo cambiario arrancó en octubre de 2011 y se acerca a cumplir un año y medio. En ese período los resultados son elocuentes y no hace falta ser un experto en economía para evaluar su performance:
n Surgió un mercado cambiario paralelo. En rigor, un sistema de múltiples tipos de cambio donde hoy conviven el dólar oficial, el turista, el blue y el que se utiliza para la fuga de capitales (contado con liqui). Aunque sin el reconocimiento oficial.
n Además, la brecha entre el dólar oficial y el negro se amplió del 5% inicial (en octubre de 2011) al 58% en que terminó ayer.
n Mientras tanto las reservas del Banco Central cayeron en u$s 6.600 millones a lo largo de los 17 meses de vigencia del cepo cambiario.
En rigor, poco efecto había tenido hasta ahora el recargo del 15% sobre los consumos con tarjeta en el exterior en un contexto de creciente atraso cambiario. Entre 2011 y 2012 la cantidad de turistas extranjeros que visitaron el país cayó 5%. Mientras que aumentó en 13% el número de argentinos que viajaron al exterior. ¿La razón? Para los visitantes foráneos se está haciendo cara la Argentina, mientras que para los argentinos se abarata vacacionar afuera. Un revival del deme dos que el kirchnerismo jamas imaginó. Pero al que contribuyó de manera decisiva.
Entre 2007 y 2012 una canasta promedio de bienes y servicios se encareció en la Argentina 248% según las consultoras privadas. Es decir que en seis años el costo promedio que pagan los argentinos para, por ejemplo, alimentarse o vestirse se incrementó tres veces y medio.
En el mismo período el dólar oficial pasó de $ 3,10 a $ 5,10; por lo que aumentó sólo 64%. Apenas un cuarto del incremento en el costo de vida.
Ello explica por qué a los turistas les parece más caro venir al país, y por qué a los argentinos les resulta ventajoso viajar al exterior, aún pese a los recargos. Sobre todo porque los salarios domésticos tienden a seguir el ritmo de la inflación.
Detrás de la nueva medida aplicada por la AFIP a las transacciones turísticas hay algunos datos objetivos. Este sector pasó de generar un ingreso neto de dólares promedio de u$s 1.170 millones anuales entre 2003 y 2011 a motivar una salida de u$s 2.985 el año pasado. Por efecto del cepo y del atraso del tipo de cambio oficial, los argentinos perciben como más barato gastar en dólares con tarjetas en el exterior, ya que la diferencia con el dólar blue sigue siendo amplia, concluyó la consultora Abeceb.com en un informe difundido ayer.
Paradoja
La paradoja del cepo cambiario es que si bien frenó la fuga de capitales, también detuvo el ingreso de divisas por otras vías. La lógica por detrás de esta máxima trasciende el plano económico: nadie quiere ingresar a un lugar del cual no sabe si podrá salir. ¿Cómo persuadir a una empresa extranjera de que invierta en el país si llegado el caso no podrá remitir a su país la utilidad que obtenga? ¿Cómo convencer a los exportadores que vendan la cosecha y traigan los dólares provenientes de la soja si hoy resignarían un 58% del precio de venta al liquidar la operación al tipo de cambio oficial?
La política del palo y zanahoria con la que el kirchnerismo se empeña en conducir la economía parece comenzar a mostrar sus límites. El tiempo y la pericia de los gobernantes tendrán la última palabra.
Reflexionar, reconocer los errores y enmendarlos no es sinónimo de debilidad sino de inteligencia. Lo que en definitiva fortalece a cualquier gobierno.