La 'latinoamericanización' de las elecciones en los Estados Unidos

¿Qué ha pasado que, de repente, el proceso electoral norteamericano tiene tanta prensa? ¿Por qué tanto interés, tanto fanatismo, tantas horas dedicadas a este tema? ¿Comprendimos la importancia y las consecuencias de las elecciones que ocurren allá para nuestros países? O, ¿será que esta vez aquellas elecciones se asemejan mucho a las que ocurren en estas latitudes?

Algunas similitudes nos llevan a comprender que, quizás, en este año electoral, un proceso electoral que ocurría como un trámite mas de la vida cotidiana y no la alteraba, se ha convertido en una verdadera batalla. Por lo pronto, podemos señalar ciertos patrones:

  • La creciente polarización
  • La violencia política
  • Las denuncias de fraude
  • El “establishment político
  • Todas estas características, tan típicas de nuestras democracias, y que, con distintos matices, han estado presentes en las democracias latinoamericanas de la tercera ola, parecieran haberse exportado a las elecciones de los Estados Unidos.

    Comencemos por la polarización: en Estados Unidos se está dando lo que el VDEM Project denomina “polarización tóxica : las sociedades se dividen en "desconfiados mutuos , en “nosotros contra ellos". La política antagónica. Esta polarización tóxica va más allá de las disputas propias de la democracia sobre políticas (policies), y divide a la sociedad. Por ejemplo, las encuestas de opinión tanto en los EE.UU. como en Turquía muestran que los ciudadanos son cada vez más reacios a aceptar a alguien que apoya a otro partido político como cónyuge, amigo de su hijo o, incluso, como vecino.

    Cuando los desacuerdos políticos sobre la política se traducen en el rechazo a los oponentes como un compañero aceptable (tolerancia mutua), la democracia se debilita. La propagación de la polarización tóxica, esa grieta que atraviesa a muchos países de nuestra región, es una estrategia peligrosa. Una vez que las élites políticas ya no creen que los oponentes políticos son legítimos y merecen el mismo respeto, se vuelve menos probable que se adhieran a las reglas democráticas en la lucha por el poder.

    Como decía Serrafero (2013) “la lógica de la polarización y el conflicto reemplaza a la lógica de la negociación y la resolución pacífica de controversias entre los distintos sectores e intereses . Esto puede poner en marcha un círculo vicioso de desconfianza mutua y una violación de las normas que es difícil de detener. De la mano de ello, dos características que son causa y consecuencia: la violencia política y el fraude.

    Una reciente nota de la BBC comenzaba diciendo “La Casa Blanca y el Congreso rodeados de rejas, calles cerradas, vidrieras tapiadas, negocios con planes de cerrar antes del anochecer, la Guardia Nacional desplegada, policía y agentes federales en alerta… . El USA Today y la Universidad de Suffolk mostraron una encuesta según la cual tres de cada cuatro votantes estaban preocupados por una potencial violencia postelectoral y solo uno de cada cuatro estaba "muy seguro" de que la transferencia de poder sería pacífica si Biden derrotara a Trump.

    Estados Unidos, China y los dilemas de América del Sur

    El orden internacional se encuentra en transición, desde hace ya algunos años atraviesa un proceso de configuración bipolar, con dos superpotencias estatales bien definidas: Estados Unidos y China. Claro que se trata de una bipolaridad bien diferente a la conocida durante la denominada "Guerra Fría".

    Luces oscuras se ciernen sobre el proceso por las denuncias de manipulación de los votos. Este punto es importante porque el fraude es un cuestionamiento a todo el proceso y su transparencia. Piedra basal de la democracia es un proceso electoral libre y transparente. Si ponen en entredicho esto, el ataque no es solo a Trump o a Biden, sino a todo el sistema. El resultado estará teñido de dudas y el presidente que sea electo en este proceso nacerá con una legitimidad cuestionada. La consecuencia que se ha aprendido es que el proceso electoral no es solo el acto de votar sino de fiscalizar el resultado.

    Finalmente, el establishment. Muchos presidentes de la tercera ola acrecentaron su popularidad con un discurso rupturista de la “vieja clase política , pero terminaron convirtiéndose en parte de aquello que denostaban. Así, nos acostumbramos a hablar de las “familias políticas , fenómeno que en la Argentina lo encontramos a nivel nacional, provincial y municipal. Resulta que la política norteamericana no es ajena a este fenómeno, desde los Kennedy a los Clinton, o los Bush. En los últimos años, los hijos de Donald Trump se han involucrado fuertemente en política, pero, incluso, Biden, antes de ser el vice de Obama en sus dos mandatos, había sido senador por seis períodos. Reelecciones indefinidas de por medio.

    El mesianismo de Trump no ha hecho sino acercarlo al modo típico en que ejercen el poder los presidentes latinoamericanos.  Hasta ahora, las instituciones norteamericanas han servido de limite a los intentos de concentración del poder alrededor del ejecutivo. Esta contención institucional es vital para la salud de la democracia.

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