La Justicia, el conejo y la galera: nada por aquí, nada por allá

Es más que probable que Alberto Fernández haya tenido que convertirse en el prestidigitador mayor de estos tiempos, no sólo porque así se lo exige su lugar en la pirámide del poder, sino también porque está condenado por ahora a servir a dos patrones: a la opinión pública y a Cristina Fernández.

El prestidigitador siempre le ofrece al público una distracción para sus sentidos y necesita que todos se lo crean mientras él por detrás está haciendo el verdadero truco, el que provocará la sorpresa. Nada es cómo se lo muestra, todos lo saben, pero recién cuando se despliega la maravilla, aquella que parece que rompe con todas las leyes de la física o las reglas de aquello que se considera normal, recién entonces el grueso de la gente entiende que ha sido víctima de una ilusión, pero como ha sido algo tan fascinante perdona fácilmente el engaño y hasta quiere que lo vuelvan a embaucar: es toda una patología. Aunque a veces sea una chapuza comprobable, los ciudadanos de la platea desconfían, pero una y otra vez parece que necesitan ilusionarse y esa debilidad es aprovechada por el mago una y otra vez. Hasta cuándo es la pregunta del millón.

Desde el lado del escenario, el embuste permanente es un poco la sal y la pimienta del arte universal de la política, aunque en la Argentina de hoy, a la hora de manejar el poder, la cosa parece que se ha convertido en un deporte. Es más que probable que Alberto Fernández haya tenido que convertirse en el prestidigitador mayor de estos tiempos, no sólo porque así se lo exige su lugar en la pirámide del poder, sino también porque está condenado por ahora a servir a dos patrones: a la opinión pública que lo llevó a la Casa Rosada y a Cristina Fernández, su vicepresidenta, mentora y eventual verdugo. Nadie puede agradar a todos al mismo tiempo y ésta es una ley universal que todos los políticos entienden.

Sin embargo, cuando por asegurar alguna treta se cambian de modo permanente las reglas de juego, el raciocinio se pierde, especialmente entre aquellos que querrían ver a la Argentina nuevamente encaminada, generalmente inversores locales y extranjeros y no todos ellos precísamente financieros. "Cuando él te muestra una carta, mejor desconfiale , le dijo a este periodista alguien que conoce al Presidente desde sus tiempos estudiantiles, aunque podría llegar a pensarse que, en todo caso, ésta sería parte de su habilidad natural como político. Pero cuando hay alguien que en la cúpula del poder lo hace adictivamente una y otra vez y repite el ardid en demasía, a veces cambiando el discurso en apenas días o semanas, la cosa puede tener desde ese lado también su costado malsano.

También es verdad que entre la ciudadanía siempre hay maliciosos que están al acecho para descubrir el truco, la prensa desconfiada en primer lugar, aunque eso siempre lo tienen en cuenta los ilusionistas, sobre todo quienes viven de la política, ya que hacen todo lo necesario para vender cambiada las cosas y para echarle la culpa siempre a quienes descubren el timo y dan a conocer la situación. En cuanto al público en general y por fuera del profesoral dedo levantado del Presidente, quizás una estratagema para apartarlo del verdadero motivo de aquello que está proponiendo, el ya popular y bastante autoritario "quiero que me entiendan seguramente va en el mismo sentido: distraer. Es cierto también que a veces hay fatiga en los prestidigitadores y que entonces las artimañas se caen por sus propios errores, salvo que dicha apariencia sea una vuelta de tuerca para que la simulación los ayude una vez más para salirse con la suya y para engañar primordialmente a quienes no creyeron al principio que iban a ser engañados.

¿Habrá que poner en este último rubro el caso Vicentin, cerrado el viernes pasado con un espectacular Decreto que terminó de echar por la borda las inoportunas ideas que salieron del Instituto Patria, expresadas en medio de la negociación de la deuda? ¿Será un nuevo truco para que parte del auditorio crea que finalmente llegó el albertismo componedor, como una instancia diferente y superadora de la radicalización kirchnerista? ¿O quizás la ilusión tiene que ver con una manera de ocultar la falta de timing en la elección de prioridades, ya que mientras la deuda no se termina de arreglar, la inseguridad se multiplica y se debate si la preocupación es la salud o la economía (se ha hecho trascender que hay 60-medidas-60 escondidas en la galera), aparece la fenomenal pérdida de tiempo de la reforma judicial, algo para nada prioritario? 

En esta misma faceta de la actuación, cuando el Presidente decide crear el Consejo Consultivo (feo nombre para el peronismo, ya que rememora a la Junta Consultiva de 1955), un cuerpo de once miembros que se va a aplicar a asesorarlo en cuatro temas básicos relacionados con la Justicia (funcionamiento de la Corte Suprema, del Consejo de la Magistratura, del Ministerio Público Fiscal y el de Defensa), queda claro que su entorno permitió que se echen a correr algunas cosas más o menos de forma para desviar la atención sobre la profundidad de la reforma, para algunos la llave de la tranquila vuelta a casa de muchos de los procesados kirchneristas, especialmente de la ex presidenta y su familia.

Para instalar y hacer digerible el tema judicial, el despiste de la opinión pública comenzó a funcionar a partir de una cuestión casi cosmética, ya que hubo oportunas filtraciones sobre la cantidad de miembros que debería tener una futura Corte o sobre cómo le gustaría a tal o cual miembro del Gobierno y también especulaciones sobre las funciones que debería tener o sobre si deberá o no debe involucrarse en fallos sin que los casos hayan pasado por todas las instancias previas, un cambio a la medida de Cristina Fernández, por ejemplo, que tiene recursos presentados que deberían volver para atrás. La ilusión tuvo un momento de gloria cuando se comprobó que ocho de los once destacados miembros del nuevo órgano tenían afinidad con el Gobierno y que los tres restantes cumplían el papel del "amigo judío , al que siempre se invoca para esconder la discriminación. En una vuelta de tuerca más, hasta el mismo Jefe del Estado pareció divertirse cuando se hizo cruces con el tema del número jueces de la Corte y aseguró, sin ponerse colorado y haciendo una nueva verónica, que "aunque funciona mal, no estamos discutiendo cuántos miembros tiene que tener .

Y entonces, la distracción del mago apareció en su mayor esplendor, ya que mientras por fuera del nido los graznidos del tero revolucionaban los canales de cable con este tema y mientras las tapas de los diarios tenían los reflectores puestos en el abogado de la vicepresidente, Carlos Beraldi, por detrás se estaban cocinando otras cosas que son mucho más de fondo. Por ejemplo, que se plantea la unificación del fuero Criminal y Correccional Federal y el Nacional en lo Penal Económico, que se crean Tribunales Orales y 23 juzgados en lo Penal Federal y que para llenar esas vacantes se habilitan subrogancias temporales, un eufemismo que en la Argentina suele indicar permanencia. Habría también lugar para 108 fiscales más y toda esta ampliación de la estructura (seguramente por lo sorpresivo algo "insustentable , dentro de los parámetros que dice haber elaborado el ministro Martín Guzmán) puede tener su razón de ser en el calamitoso Servicio de Justicia que impera en el país y en la necesidad objetiva de ampliarlo y mejorarlo, aunque lo más seguro es que la triste realidad parece encubrir que la movida se viene sólo para tener más puestos para repartir y que muchos de esos lugares van a ser para los amigos, quienes deberán pagar seguramente avalando la impunidad o aún la persecución de ciertos y determinados procesados.

Mientras tanto, se observó que únicamente asistió a la Casa Rosada la jueza Elena Higthon a la hora de la presentación de la reforma y se especula con que el resto de los cortesanos podría estar rumiando algún fallo que muestre su resistencia a la manipulación. Por otro lado, el jefe de los fiscales, Eduardo Casal, no fue invitado, ya que no se lo presume del mismo palo político, aunque su remoción no se podría conseguir hasta que sea designado un nuevo Procurador, algo que a Daniel Rafecas parece quedarle cada día más lejos, ya que se necesitan los dos tercios de los senadores número que, en este contexto, será aún más imposible lograr. También quedó en evidencia que la diputada Graciela Camaño siguió la tradición de sumarse a sus "compañeros del Consejo de la Magistratura para mandarle a la Cámara Alta los traslados de una decena de jueces cuestionados, todos aprobados por un Decreto del Ejecutivo anterior, un tema que se va a judicializar.

Entre estos tres flashes a la vista del público, está claro que una vez más lo verdadero está sucediendo detrás de los cortinados, ya que todo el entramado que se cocinó para mostrar al auditorio la letra del envío del proyecto de Reforma Judicial al Senado podría quedar devaluado debido a los ajustes que eventualmente ese mismo proyecto podría tener en las comisiones, casi todas hoy dominadas por el kirchnerismo. Hasta la palabra del Presidente y su habilidad para presentar las cosas podría quedar una vez más gravemente lesionada desde dentro mismo de la coalición que lo sustenta. Ya se sabe que no hay nada peor para quien conduce que alguien le haga perder el centro de la escena, lugar que necesitará ocupar para encarar, en esta oportunidad con más realismo que ilusión, la terrible catástrofe económica y social que deberá afrontar la Argentina. Dependerá del propio Fernández si de ahora en más él quiere ser encantador o encantado.

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