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La estabilización y sus laberintos

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El proyecto presidencial de Massa recibió un golpe importante la semana pasada: el INDEC anunció que la inflación de enero había sido de 6%. El dato marca un quiebre con el sendero de desinflación comenzado en julio del año pasado con el desembarco del tigrense en Economía, luego del pico de estrés financiero en las semanas que siguieron a la renuncia de Guzmán. También se complica el arco narrativo del semestre de Massa al frente de Economía, marcado por una corrección macroeconómica a medias tintas. Y, más sustancialmente, acalora la interna oficialista, en la medida en que da consistencia a la idea de que el ajuste en cámara lenta no es suficiente para darle relieve a su proyecto presidencial.

En sus primeros tiempos en la sala de comandos de la economía argentina, Massa obtuvo el apoyo político de la coalición oficialista -que Guzmán nunca había logrado- para avanzar en un ordenamiento de las cuentas fiscales. El eslabón clave en esa historia es, por supuesto, Cristina Kirchner. CFK había obstaculizado la corrección de subsidios energéticos en los años de Guzmán y, en septiembre de 2021, tras la derrota en las elecciones de medio término, había dinamitado la coalición oficialista con una crítica abierta a una política fiscal que percibía innecesariamente estricta.

La relación entre Cristina y el ajuste económico cambió pragmáticamente a mediados del año pasado, con la cristalización de una verdadera tormenta económica. La renuncia de Guzmán fue en parte causa y en parte efecto de una crisis del financiamiento en pesos, una disparada del dólar libre y una aceleración de la inflación. Tras días adrenalínicos, incluido un desprolijo interregno de Silvina Batakis en Economía, Cristina avaló a regañadientes y de manera tácita una corrección de la macroeconomía, con elementos ortodoxos y heterodoxos, por parte de Massa.

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El vértigo de CFK frente al abismo económico, sin embargo, es de duración incierta, y puede configurarse una lógica autodestructiva del ajuste en el Frente de Todos: en cuanto mejora, aunque marginalmente, la situación económica, desaparecen también los motivos del apoyo de Cristina a la gestión económica massista. Hay en esto una dimensión ideológica: CFK no se convirtió súbitamente en una macroeconomista prudente, y sus reclamos heterodoxos pueden volver a aflorar. Pero las elecciones, además, agregan una dimensión perversa: por una parte, el encarrilamiento de la economía es una condición elemental para la competitividad electoral del oficialismo; pero por otra parte, ese mismo encarrilamiento agiganta la figura de Massa en una interna oficialista que recién comienza a delinear sus reglas de juego.

Por esa paradoja de incentivos, no es disparatado imaginar cálidas bienvenidas al deterioro del escenario económico incluso al interior de la coalición oficialista. Porque en la medida en que la interna esté abierta y Massa sea un competidor, los incentivos de sus contrincantes estarán diabólicamente atados al rumbo de la economía. Las acrobacias macroeconómicas con las que Massa pretende cruzar la línea de llegada pueden complicarse si en el Frente de Todos no prima algún tipo de fair play para la resolución de su interna.

Un paralelo histórico, agitado por el propio Massa, ha sobresalido en el análisis de la gestión económica del tigrense: el Plan Real en Brasil, que catapultó a la presidencia a Fernando Henrique Cardoso y dio vuelta una elección complicada para el oficialismo. Sin embargo, en la coyuntura actual resuenan también experiencias menos auspiciosas, como el Plan Primavera de los últimos tiempos de Alfonsin. Además, si Massa alberga fantasías de replicar la trayectoria de Cardoso en Brasil, el pasado ofrece algunas advertencias. La historia de la actual administración, en primer lugar, no ofrece buenos augurios para ese desafío de diseño institucional: el Frente de Todos ha tenido enormes dificultades internas para definir un rumbo económico. Además, el escenario político en 1994 en Brasil era fundamentalmente distinto: frente a Cardoso estaba una izquierda desconocida, en la figura de Lula, mientras que Massa tiene enfrente a una coalición de centro derecha.

La bala de plata de Juntos por el Cambio

La continuación del equilibrismo macroeconómico massista no solo necesita de grandes definiciones al interior de la coalición oficialista. Necesita, además, de la colaboración opositora. Y el punto clave en la relación entre JxC y FdT -el talón de Aquiles de la gestión económica del gobierno- es el problema de la deuda en pesos.

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El programa económico del gobierno depende fundamentalmente, hoy, de la renovación continua de la deuda en pesos. Las últimas operaciones de Massa han sido relativamente exitosas en ese sentido, pero va tomando forma una dinámica preocupante: el rollover de la deuda es cada vez más a corto plazo, y no hay demanda en el mercado para renovaciones con vencimiento después de las elecciones. De esta manera, en 2023 asistimos a una versión pesificada de la dinámica electoral de 2019: el mercado tiene grandes dudas acerca de lo que hará la oposición -Juntos por el Cambio- con la deuda -en pesos- en caso de ganar.

Por esto, el reciente comunicado de JxC sobre la deuda en pesos es un hecho que debe registrarse en toda su magnitud. Ante la fragilidad de la situación económica argentina, una oposición no cooperativa puede encontrar argumentos para apostar a un deterioro de la situación económica y boicotear los esfuerzos de estabilización. Actualmente, en Juntos por el Cambio hay diferencias acaloradas acerca de la táctica a seguir con la deuda en pesos, pero el rumbo estará estrechamente asociado con sus perspectivas electorales: según el Teorema de Baglini, los enunciados políticos son más irresponsables cuanto más lejos se está del poder. De consolidarse la perspectiva de un triunfo opositor en octubre, JxC podría reconsiderar las posturas más radicales y aceptar un pacto de convivencia económica.

Estos son los intersticios que le abren una oportunidad al gobierno. Se trata de un escenario precario, cargado de indefinición y de tensión, y el sendero que conduce a las elecciones presidenciales estará cerca del precipicio financiero. Sin embargo, tal vez los incentivos no estén en la ruptura, sino en el mantenimiento de una especie de status quo.

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Comentarios

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  • WLR

    WALTER LUIS RODRIGUEZ

    28/02/23

    Enfrente una coalicion de dentro derecha ? Hasta centro te puedo aceptar. Hay alas de centro derecha, pero cambiemos es centro

    Responder