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La economía obedece razones que no entran en la división moral de la grieta

Una de las principales distorsiones que genera la grieta política es que saca la discusión del terreno ideológico y la lleva al de lo moral, un movimiento en el que necesariamente unos son los buenos y los otros son los malos. Cuando la discusión llega a la economía, lo que causa es que los caminos o herramientas que propone cada sector o bando, por ponerle una denominación acorde, quedan teñidos por el prejuicio. En la simplificación de este debate, cuando el kirchnerismo propone aumentar el gasto y ampliar el alcance del Estado, está convencido de que es la solución correcta, más allá de cómo se obtenga el financiamiento, y asume que la opción de tener un acuerdo con el FMI es mala por sí misma, sin considerar que alternativa tenía a mano la Argentina cuando le volvió a pedir prestado al organismo multilateral.

Tampoco quedan bien parados los dirigentes o economistas que impulsan cerrar cualquier empresa estatal por el simple hecho de que su rol pueda ser sustituido por una compañía privada, o eliminar subsidios sin evaluar costos sociales, porque enseguida los fundamentos se deslizan al punto de partida, y todo se convierte en una pulseada de "sensibles" versus "insensibles".

En las últimas horas, tanto Cristina Kirchner como su hijo Máximo, volvieron a detrás de estas posiciones dogmáticas. La Vicepresidenta volvió a impulsar un acuerdo político para acabar con la Argentina bimonetaria. Y aunque disculpó a aquellos que compran dólares para proteger sus ingresos, no ahondó en las razones por las cuales la sociedad huye de su propia moneda. Mostró gráficos para remarcar que no cree en la correlación entre inflación y déficit fiscal, y luego llamó a renegociar el acuerdo con el FMI "no para no pagar, sino para que nos dejen crecer".

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En su visión, el gasto público sirve para balancear las recesiones. Y eso sería correcto si la Argentina fuese un país que despertara la confianza necesaria para que sus habitantes le cedan su ahorro al Estado y, además de pagar los impuestos que corresponden, compren bonos para financiar ese déficit.

Pero eso no sucede. El FMI no pertenece por definición al bando de los malos. Sus principales socios (Estados Unidos y China, en particular) han aumentado su aporte para que países como la Argentina sufrieran menos la crisis de 2009 y la pandemia. Si discuten los números de la moratoria previsional que votó el Congreso es porque el Gobierno no tiene financiamiento para ese rojo adicional. Se puede conseguir comprensión, pero con números que cierren. En la economía la grieta no suma. La confianza es hija de los acuerdos, no de las peleas.

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