Opinión

La economía de lo intangible

Si el título de esta columna fuese una moneda, en una cara encontraríamos "la crisis del ceteris paribus", ese gran colaborador metodológico que nos permitió durante muchos años simular los impactos de los shocks y calcular sus efectos en los escenarios futuros. Pero la fuerza de lo global nos interpela y ya no es posible pensar lineal. Los modelos de "equilibrio general" no consiguen dar cuenta de la complejidad y la velocidad de los cambios. 

En un mundo donde la velocidad era analógica y las economías aún no habían construido esquemas de complementariedad e interdependencia cómo los que describen el momento actual, era eficaz tomar decisiones y construir escenarios con la consagrada consigna "todas las demás variables continúan constantes". 

Hoy todo cambia y se retroalimenta al mismo tiempo, para volver a modificarse. Con la instantaneidad de lo digital, los canales reales y financieros se fusionan, las fricciones físicas quedan disueltas con las comunicaciones. Los datos, las personas y las decisiones, se mueven de tal forma que la economía de lo intangible toma dimensiones extraordinarias. ¿Puede una foto en este contexto contener las claves de la película? ¿Cuánto de lo que hoy vemos tiene las pistas de lo que está por ocurrir?

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Las dificultades para mejorar las condiciones de estabilidad y comenzar un camino de normalización de la economía siguen vigentes con la misma intensidad de los últimos dos años. Detrás de la percepción de cierto oxígeno logrado por la gestión de Massa, conviven tres dinámicas que nos confirman que el gobierno sólo intenta administrar los desequilibrios que ellos mismos ocasionan.

En primer lugar, luego de los sobresaltos financieros del año pasado (a partir de la renuncia de Guzmán) con un fuerte deterioro traducido en mayor inflación, peor balance de divisas, más restricciones y más cepo, lo que vivimos es una naturalización y una adaptación al nuevo contexto.

La segunda dinámica está dada por la procrastinación recurrente de los problemas importantes y crónicos de la economía, que permitió despejar las expectativas de un escenario de salida desordenada y/o anticipada. 

Por último, un calendario electoral que se aproxima, y que más allá del resultado en las elecciones incorpora en las expectativas de un cierre de ciclo. Esta secuencia en la gestión Massa se reduce a dilatar los tiempos y atravesar estos meses con la agenda de lo urgente y la agenda del futuro en paralelo, y en contradicción. En definitiva, los próximos meses nos mostrarán una tónica similar a lo que viene sucediendo respecto a la política económica, con el seguimiento de la inflación en el centro, como variable clave que conecta todas las restricciones de corto plazo con las posibilidades de llegar a un escenario electoral competitivo.

Esta foto poco nos habla de lo importante, cómo nos preparamos para aprovechar un contexto global de oportunidades para Argentina. Mucho venimos hablando de la Argentina dual con los contrastes entre una agenda del siglo pasado y ecosistemas de negocios que se encuentran en la frontera del crecimiento y la tecnología. Nuestro país cuenta con recursos naturales, un entramado productivo heterogéneo y talento crítico para el desarrollo tecnológico que pueden satisfacer las nuevas demandas globales que vinieron para quedarse. Pero lamentablemente, tiene una macro que espanta.

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Se presentan dos grandes interrogantes: a) ¿llegamos preparados y en condiciones de aprovechar el contexto favorable? b) ¿La fuerza de estas oportunidades es tal que no importa mucho los desaciertos en la gestión económica o el ruido político permanente? Sobre la primera pregunta, repasemos algunos indicadores. El Índice de Innovación Global (GII calculado por Organización Mundial de la Propiedad Intelectual WIPO) ubica a nuestro país en octavo lugar dentro de los países de Latinoamérica. Pese a la mejoría en los últimos años estamos en el puesto 69 (de 132). Esta precaria performance, podemos explicarla viendo los componentes del índice donde, la calidad de las instituciones, el nivel de mercado y competitividad y el nivel de la red de conocimiento y tecnología, son las resistencias para mejorar las condiciones de innovación. 

En otros indicadores relevantes como el Índice de Preparación para Tecnología de Frontera de UNCTAD, la Incorporación de Robótica (Statista), el Gasto en I+D (Banco Mundial) y las Exportaciones en SBC (Servicios Basados en Conocimiento-OMC) vemos que recurrentemente los aspectos que requieren estabilidad y una macro saludable son los que lesionan nuestro desempeño

El acceso al financiamiento en el caso de preparación para nuevas tecnologías, la estabilidad cambiaria para las exportaciones de servicios, la solvencia fiscal para la inversión en I+D, completan nuestro listado de debilidades. Sin embargo, las dimensiones vinculadas a ecosistemas de negocios dinámicos, el emprendedurismo, la red científica e investigación y el acervo de talento y creatividad traccionan los indicadores positivamente. No debe sorprendernos que los indicadores que miden la seriedad y continuidad con la que un país se viene preparando para mejorar el entorno de los nuevos negocios y tecnologías muestren a Argentina en la "mitad de tabla" y con mucho por mejorar. 

¿Cuánto puede costarnos la incertidumbre y la falta de preparación? Depende del carácter de la oportunidad que se presente. En este sentido, un reciente trabajo de McKinsey nos aporta elementos significativos. Pandemia + guerra indicarían en principio cierta reversión en el flujo de comercio, una tendencia al autoabastecimiento y menor intercambio, sin embargo, ya no es posible la autosuficiencia. Las estructuras productivas y las cadenas de valor ya son globales, y adicionalmente, las respuestas que permite dar el estado de las tecnologías son nuevas. 

El intercambio de datos, el flujo de capital, la migración, el movimiento de estudiantes, las comunicaciones, las patentes y los servicios, están conformando una nueva economía, más intangible y global. Y es aquí donde chocamos con las dificultades de encontrar en el hoy las claves de lo que viene. El desafío es continuo, murió el paradigma de variables que permanecen constantes, estamos en la era "de todo está en movimiento". Esta vez el viento de cola que tantas veces nos salvó de las crisis va a requerir que, de manera urgente, asumamos el desafío de ser más competitivos. Las oportunidades no tienen paciencia.

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