La Casa Blanca alienta, pero el partido lo debe resolver el equipo de Macri

Si hay algo que llama la atención del diálogo telefónico que ayer mantuvo el presidente Donald Trump con Mauricio Macri, es que el jefe de la Casa Blanca demuestra tener mucho más sensibilidad por la política exterior de la que le adjudican. Porque si fuese por el deseo del gobierno argentino, haría falta que el mandatario estadounidense levante el teléfono todas las semanas. Pero en esta ocasión, el timming fue casi tan importante como su contenido.

La economía argentina está en un momento bisagra. La inflación sigue alta, el consumo sigue hundido y los atisbos de recuperación industrial que prometía marzo, se diluyeron. El agro será el responsable de empujar algunos indicadores de abril y mayo, pero para el análisis macro que hacen los inversores, es más relevante si liquida dólares o los retiene. Y el temor global es que un deterioro mayor de las variables financieras (producto de la incertidumbre política) pueda acelerar el círculo vicioso.

Por eso fue sugestivo que 24 horas antes de la reaparición pública de Cristina Kirchner, Trump hiciera explícito el respaldo que le viene dando a la Argentina por diferentes vías. La flexibilización cambiaria que admitió el FMI, que aceptó que el BCRA intervenga en el mercado pese a predicar la flotación libre como un mantra, fue resultado directo de la presión de la Casa Blanca a través del Departamento del Tesoro. Pero no termina ahí: la OPIC (una agencia estatal que promueve la inversión de empresas estadounidenses) se apresta a dar otro gesto de apoyo, promovido por el propio Trump.

Las palabras de apoyo no son la solución, pero aportan tiempo y amplían los márgenes de comprensión sobre la situación argentina. La pelota ahora la tiene el equipo de Cambiemos.

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