ANÁLISIS

La agenda de la productividad

Qué difícil sería comunicarnos si cada vez que agarramos nuestro celular está en "modo actualización", bajando una nueva versión del sistema operativo y reiniciándose. La Argentina de hoy está inmersa en un loop similar: la agenda del siglo XXI se contradice con una economía que se repliega, con un PBI per cápita que retrocedió casi 13% en la última década, con serios problemas de empleo y con una pobreza estructural del 30%.

Las dos realidades pugnan por imponerse y conviven. Si bien el update permanente es un estado global, entendible con lo extraordinario de los eventos recientes en el mundo, el plus de Argentina provoca niveles de contradicción que ponen en riesgo capitalizar las oportunidades que se presentan.

Los shocks que la guerra entre Rusia y Ucrania está provocando a nivel geopolítico global muestran especialmente está dinámica. Localmente, la tensión entre el ruido de corto plazo y el impacto de mediano/largo plazo al "actualizar" los escenarios no logra resolverse. Un país con cierta estabilidad macro debería focalizar sus esfuerzos y estrategias en capitalizar los efectos positivos más permanentes y duraderos, y al mismo tiempo, absorber la volatilidad inmediata.

La fragilidad de nuestra realidad pone en riesgo este proceso natural, los mayores precios de commodities y energía presionan nuestros precios internos y desnudan lo "atado con alambre" que estamos. ¿Qué margen tenemos para una nueva capa de incertidumbre? Muy poca. Un posible escenario de mayor inestabilidad levanta la temperatura de las expectativas colectivas y presagia una inflación descontrolada, presiones sectoriales, malestar social, volatilidad política. La vulnerabilidad del contexto, paradójicamente, igual nos deja ver la posible ventana histórica de oportunidades que el nuevo orden económico global nos ofrece, pero necesitamos un shock de inversiones para no dejarlas pasar.

La agenda estratégica en un nuevo ciclo

"La historia de la productividad es, en esencia, el registro de los esfuerzos del hombre para salir de la pobreza", aseguraba hace más de medio siglo, John W. Kendrick, el economista estadounidense pionero en estudiar y medir la productividad.

Entonces es clara la premisa: la llave para resolver los problemas estructurales de Argentina es expandir la productividad. Los grandes desafíos como aumentar el PBI potencial, generar empleo de calidad, reducir la pobreza de manera sostenible, sin déficits fiscales impagables, desbalances de divisas o endeudamientos extraordinarios, todos ellos, están atravesados positivamente por ese crecimiento.

La productividad global de una economía está determinada por muchísimos factores, y con el paso del tiempo las definiciones técnicas sobre qué es, cómo se mide, de qué depende, se han sofisticado exponencialmente. Los cambios en las relaciones laborales, los modelos de negocios, la matriz de factores de producción, entre otros, nos alejan cada vez más de una relación lineal entre el tradicional capital físico y horas de trabajo. Lo importante es encontrar una referencia que nos ayude a priorizar, jerarquizar, entender las interdependencias, y en ese sentido, identificar los "entornos" más propicios para mejorar la productividad.

Cuando vemos algunos números sobre el crecimiento en el comercio digital, o comportamientos de consumo responsable, o empresas que priorizan programas de transformación digital y reportes de sustentabilidad, reconocemos señales claras de que hay una Argentina subiéndose a la agenda del siglo XXI.

No obstante, una simple comparación con Chile y Brasil en infraestructura de conectividad y entorno digital muestra nuestro nivel de rezago. Si tomamos un tablero de 7 indicadores, penetración de smartphones, cobertura 4G actual, cobertura 5G esperada, velocidad de descarga, difusión de pagos Contacless, tarjeta de crédito en e-commerce, penetración de bancos y Fintech, detectamos que nuestro país, en promedio, se encuentra entre 15 y 20 puntos por debajo de nuestros vecinos. Si tomamos la velocidad de descarga promedio medida en Mpbs, tenemos la mitad de la que tiene Brasil y un cuarto de la de Chile.

Esa infraestructura digital es fundamental para la productividad global, especialmente si pensamos en el futuro. Estas condiciones del contexto le vienen dadas a las empresas, y sabemos que en el mundo de los negocios no hay excusas, de nada sirve esperar que las condiciones macro mejoren.

Los cambios que estamos experimentando son de una velocidad inédita, y su carácter global no repara en las particularidades de cada país. En este nuevo paradigma, las empresas se globalizan y logran escurrirse de los corsets que les impone la coyuntura. "Si esperas un año y medio o dos años para hacer algo, para tener una estrategia clara y comenzar a probar suposiciones, podría ser un poco demasiado tarde", advierte Cathy Hackl, líder en tecnología futurista.

El Metaverso se alinea perfectamente con la afirmación de Hackl, es un nuevo horizonte que ya está en plena evolución, su impacto en hábitos y comportamientos, y también en la manera de hacer negocios, producir y vender, ya se descuenta. La velocidad es tal, que aún no contamos con un consenso sobre qué es el Metarverso, qué contiene, qué define, pero sí sabemos que todo será afectado y la manera en que concebimos las cosas cambiará.

Frente a esto, las empresas pueden esperar para ver, o accionar para conquistar. Argentina tiene muchas puntas de lanza, desde la industria del Gamming hasta los ecosistemas @techs que agregan capas de negocios y servicios en sectores tradicionales. De abajo hacia arriba aparecen puentes donde la nueva matriz de productividad trasciende, desdoblando el capital humano en motivación, creatividad, talento digital, resiliencia y colaboración.

Este mundo disruptivo nos depara renovadas expectativas para una Argentina llena de activos y aptitudes, que salta fronteras, desafía las estructuras estancadas y se alista para el nuevo ciclo. Ya no hay lugar para el "modo avión".

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