CRONISTA POR UN D A

Intento de unidad del peronismo: ¿juntos o amontonados?

Están pasando cosas curiosas en el peronismo. A los que venimos analizando la actualidad política desde hace más de treinta años nos parecen más de lo mismo, pero vale la pena detenerse en las más notables. La primera: Cristina Fernández de Kirchner se puso, una vez más, el traje de Teresa de Calcuta. Ahora parece capaz de tenderle la mano a quien hasta hace poco, consideraba un traidor. El ejemplo más acabado: el ex jefe de gabinete Alberto Fernández, ahora convertido en su operador todo terreno. El más divertido: la ex presidenta se ha sentado a tomar un café con Jorge Asís, autodenominado menemista portador sano y uno de los que reveló el caso Ciccone, el expediente por el que hoy está preso su ex vicepresidente. El asunto por la que ella misma se cargó al Procurador Esteban Righi. Parece que lo mismo está queriendo hacer con muchos otros colegas periodistas, hasta los que no hace mucho mandaba a perseguir ella misma, con la AFIP, el quite de publicidad oficial, su grupo tareas sucias y sus fiscales y jueces amigos.

Uno de los hombres que trabaja con los dirigentes a los que Cristina autorizó a operar por "la unidad" me dijo que ella estaría dispuesta hasta a bajar su propia candidatura si con ese gesto de "humildad" pudiera garantizar el triunfo del peronismo contra Macri. Y lo mismo afirman cerca de Máximo Kirchner, a quien la adjudican más pragmatismo que a su madre, con tal de volver al poder.

Sobre las múltiples y recientes movidas del peronismo (que incluyen, una foto ampliada de los cuatro referentes no kirchneristas con siete gobernadores, el acuerdo entre el cristinismo y el massismo para incorporar a Graciela Caamaño y Wado de Pedro al Consejo de la Magistratura arrebatando los dos tercios del oficialismo en el organismo y los votos de dos diputados provinciales kirchneristas contra el juicio político del camarista Manuel Ordequi y de dos diputados provinciales massistas contra el jury a Luis Silvo Carzoglio) los hombres de Cambiemos tienen dos lecturas contrapuestas. La primera es pesimista: hay que empezar a preocuparse, porque ya no es tan seguro que Cristina sea la candidata obligada, y que entonces Macri gane la elección en segunda vuelta.

La segunda es optimista: interpretan la "unidad" como un intento de impunidad, y descuentan que la opinión pública también lo entenderá así, porque los votantes argentinos "no comen vidrio". Hay un tercer análisis al que no habría que desechar. Porque es verdad que Cristina, como las flores, se abre en el inicio de campaña electoral para conseguir lo que quiere, y se vuelve a cerrar, y se pone más dura y vengativa, una vez que lo obtiene, o consigue el lugar de poder que pretende. Pero también es cierto que tanto Sergio Massa como Miguel Angel Pichetto o Juan Manuel Urtubey la conocen desde hace años, y le tienen "tomado el tiempo".

El intento del líder del Frente Renovador para que María Eugenia Vidal desdoble las elecciones en la provincia y "despegue" a los intendentes de la boleta de Cristina es una jugada inteligente, que dejaría a la ex presidenta sin el apoyo territorial que necesita para arrastrar sus votos. La idea de Pichetto de seguir acumulando masa crítica para ir a una primaria con Massa, Urtubey, pero sin Cristina, podría aportarle al peronismo no kirchnerista el "músculo" que le falta para pelear por el segundo lugar, ir a la segunda vuelta, e eventualmente ganar contra Macri.

Más allá del acto impacto que tuvo la suspensión del clásico que al mismo tiempo es la final de la Copa Libertadores y de la inminencia de la cumbre del G20 el oficialismo está muy atento para evitar que el combo de una economía en recesión y el ensayo de "unidad del peronismo" no preanuncie una derrota en las elecciones del año que viene. Ellos esperan, igual que sus competidores, la próxima jugada explosiva de Elisa Carrió, quien regresó de Israel en absoluto silencio. Los que trabajan en la campaña de Cambiemos sostienen que los desencantados con Macri le pedirán a los peronistas no K que se pronuncien con claridad sobre los casos de corrupción que involucran a Cristina Fernández. Cuanto esto suceda, se sabrá si todos los peronistas acordaron una suerte de pacto de impunidad, o si los que no robaron pueden denunciar con nombre y apellido a quienes sí lo hicieron, sin ninguna especulación electoral.

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