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Inflación: la heterodoxia y la política vuelven a escena como solución posible

La batalla perdida contra la inflación, el principal enemigo de la economía argentina, dejó inerme al Gobierno. Al cabo de tres años de múltiples ensayos (y errores), de la mano del FMI el Gobierno terminó de atarse las manos a las dos recetas ortodoxas para eliminar la inflación: liquidar el déficit fiscal y la expansión de la base monetaria.

Ayer mismo, el ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica -uno de los pocos funcionarios del Gobierno que conserva capacidad de "vocear" políticas oficiales- se cargó al hombro la responsabilidad. Aseguró que, de la inflación, "el gran responsable es el sector público con su inconsistencia en la política monetaria y fiscal". Y al mismo tiempo negó que la generen las empresas. "Vamos a tardar un tiempo es desinflar la economía, tenemos que vencer una tradición inflacionaria", reconoció.

Signo de los tiempos políticos de ir pa´lante frente a la adversidad, tal reafirmación de principios se produce cuando, a la luz de la malograda experiencia de los últimos años, el imperio de esas ideas comienza a revertirse en la propia academia. Mientras los prónosticos de inflación del REM, punta a punta, son ahora de 36%, analistas otrora ultramonetaristas comienzan a reconocerles méritos a opciones heterodoxas.

Son significativos los diagnósticos recientes y en cierto modo coincidentes de economistas tan diversos entre sí como Ricardo Arriazu, Eduardo Levy Yeyati, Miguel Angel Broda, Marina Dal Poggetto y José María Fanelli acerca de la multicausalidad de la inflación.

La coincidencia es, con los resultados de la política de agregados monetarios y de la suba de tasas a la vista, es que la rígidez del Banco Central poco tiene que ver con la inflación. La vista está puesta en los mecanismos indexatorios de contratos. Caen en ese grupo desde los ajustes tarifarios de los servicios públicos hasta los ajustes de los alquileres, y de los contratos en general. El puerto de llegada, por supuesto, es el de las actualizaciones de los salarios. Ahora se analizan más los mecanismos y velocidad del pass trough, que con distintas modalidades y velocidades, implicó el traslado de casi el 100% de la devaluación a los precios.

Y, finalmente, en la remarcación de precios por parte de los empresarios, en la búsqueda de los hombres de negocios de no quedar rezagados en la valoración de stocks, incluso a pesar de caída de ventas. Junto a ello, la búsqueda de todos los actores económicos por regresar a equilibrio previo de bienestar.

"La microeconomía inflacionaria es la que "manda", pese al fuerte ajuste macro-monetario", define Broda.

"Las empresas están mirando a los costos a la hora de aumentar, no al BCRA, y eso se ve en el hecho de que la inflación núcleo se corrija más que el nivel general, porque no son las tarifas las que están golpeando sino el dólar", opinó Dal Poggetto.

Por desgracia, estos nuevos consensos llegaron aparentemente tarde para la suerte de esta administración. Regresan a los debates las invocaciones a añejos planes de estabilización. Planes como el Austral, Convertibilidad, cambio de moneda se barajan en voz baja y con temor: todas conocieron presentes de esplendor y caídas estrepitosas. Nadie lo ve como presente inmediato. Todo para después de las elecciones, o para el próximo gobierno.

"El año que viene se va a necesitar un esquema que vaya más allá de la política monetaria, acuerdo de precios, de salarios, consistencia fiscal y política", insistió Dal Poggetto en El Cronista.

Con la carrera electoral lanzada, no hay chances para herramientas de ese tipo. Pero esencialmente, el propio Gobierno descree del poder de esas convocatorias y acuerdos sectoriales. Al acordar el stand-by con el FMI, la doctrina de Cambiemos se reafirmó y va de morir con las botas puestas de las soluciones de mercado para resolver los problemas del país.

Probablemente, la política y sus herramientas, hayan quedado en el centro del debate sobre la inflación argentina.

No cabe duda de que seguiremos siendo caso de estudio, pero, por ahora, seguiremos lejos del Nobel.

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