OPINIÓN

¿Hasta cuándo durará la tregua?

Cuando parecía que el Gobierno lograba aplacar -a fuerza de costosas medidas para la actividad y la inflación- las dificultades para acumular reservas en el pico de liquidaciones de la agroindustria y la salida masiva de inversores de la deuda en Pesos del Tesoro, la renuncia de Guzmán al ministro de Economía reanimó las presiones cambiarias/financieras.

Pese a que la flamante ministra de economía Silvina Batakis hizo declaraciones para tratar de calmar a los agentes económicos, la crisis cambiaria/financiera escaló fuerte en su primera semana al frente del MECON: la brecha alcanzó 130%; el BCRA perdió casi la mitad de las compras netas realizadas a fines de junio; y el castigo a los bonos del Tesoro (en Pesos y en Dólares) fue significativo.

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El arranque de la semana pasada fue distinto. Antes de la apertura de los mercados, la Ministra realizó una conferencia de prensa -junto al resto de las principales autoridades económicas- en la que ratificó el programa con el FMI y anunció medidas para achicar el déficit fiscal (principalmente vía un mayor control de los resortes administrativos del gasto público Nacional), y para despejar vencimientos de deuda en Pesos del Tesoro, a través de tasas de interés real positivas y la creación de un comité Asesor de Análisis de la Deuda Soberana en Pesos (para mejorar coordinación entre distintas autoridades económicas).

La percepción es que las tensiones cambiarias/financieras cedieron un poco, dando algo de oxígeno a las autoridades para implementar las medidas anunciadas. Un punto interesante a destacar es que el temor a un reperfilamiento en el corto plazo va perdiendo entidad: a fuerza de masivas compras de deuda del Tesoro por parte del BCRA, los vencimientos de deuda en pesos en manos privados para lo que resta del año se han reducido; y, el Comité asesor pareciera haber encontrado instrumentos más atractivos para que las entidades financieras vuelvan a tomar deuda del Tesoro (el Central ofreció dar liquidez a la salida de privados recomprando títulos del Tesoro, en vez de prorratear Leliqs).

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No es casualidad que la tregua coincida con un alto al fuego en la interna del Frente de Todos (FdT). La incertidumbre y las idas y vueltas durante las 30 horas sin ministro de Economía, dejaron expuesto al Presidente. La vuelta al diálogo con la vicepresidenta logró consensos mínimos, pero la pregunta del millón es por cuánto tiempo. En la práctica, Batakis está proponiendo un ajuste más fuerte que su antecesor porque tiene que compensar en el segundo semestre lo que no se hizo en la primera mitad del año.

Incluso, para estabilizar el déficit primario en torno a la cifra de 2021 (3,0% del PBI), exige una fuerte contracción de varias erogaciones, incluida una moderación del aumento de los subsidios (la segmentación deberá implementarse correctamente).

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El problema es que la factura a pagar por lo acontecido en las últimas semanas será elevada en términos de inflación y actividad, generando incentivos a romper la tregua alcanzada en el FdT. El problema de abastecimiento/encarecimiento de gasoil que afectó varias actividades y la logística, junto con el endurecimiento del cepo importador y el shock que produjo la renuncia de Guzmán, tienen un elevado costo en términos de actividad e inflación (esta última rompería en julio el récord mensual post salida de la convertibilidad).

Asimismo, el rescate del BCRA de los títulos públicos en Pesos elevó fuertemente sus pasivos (principalmente remunerados, ya que la base monetaria trepó poco), lo cual sustenta el salto de las cotizaciones alternativas. Con una brecha cambiaria de tres dígitos, se potencian los incentivos perversos sobre el comercio exterior: si las exportaciones se moderan/posponen, es probable que el Central tenga que extender/aumentar las restricciones a las importaciones, lo que significaría menos actividad y mayor inflación. Producto de una mayor suba de precios junto con la apreciación mundial del dólar (la relación con el Euro volvió al 1 a 1), el BCRA debería acelerar la depreciación del tipo de cambio oficial para evitar que siga atrasándose (pese al acuerdo con el FMI, el tipo de cambio real multilateral está 10% debajo de fines de 2021), convalidando mayores tasas de inflación.

El deterioro de los principales indicadores socioeconómicos en los próximos meses, tenderá a romper la tregua interna dentro del FdT, pues parte de la coalición gobernante se ha opuesto en el Congreso al programa económico acordado con el FMI. Cuando dicha parte del oficialismo reanude sus embates contra la política económica, las posibilidades de lograr una reducción significativa del déficit primario se reducirán drásticamente. Sin avances concretos de corrección fiscal, es posible que los agentes económicos no quieran seguir financiando con sus pesos al Tesoro, lo que volvería a reanimar las tensiones en el mercado cambiario/financiero.

La pregunta de fondo es si con tantas idas y vueltas de la política económica, alcanzará para llegar a fines del año que viene sin una crisis económica de envergadura. No tengo la respuesta, porque actualmente proyectar a diciembre de 2023 luce un ejercicio de ciencia ficción: el horizonte de visibilidad se ha reducido dramáticamente, síntoma de la fragilidad económica existente.

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