Algunos registros de la inflación de noviembre todavía no merecieron una evaluación un poco más fina de parte de los analistas. El 3,2% que mostró el Indec sorprendió como contraste a todas las estimaciones previas, que anticipaban una variación inferior a 3%. Lo que pasó un poco por alto es que efectivamente en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires la cifra se ubicó en esa línea, y donde hubo aumentos mucho más considerables fue en otras regiones del país, como la Patagonia y el Noreste.

Otro dato que salta a la vista es que algunos sectores empresarios consideraron que había margen para recuperar algo de la rentabilidad perdida en el 2018 y trasladaron algunas subas al consumidor. La teoría dice que la recesión y el menor consumo actúan como un dique natural para la suba de precios. En ese caso, si hubo aumentos fue porque compradores y clientes pudieron absorberlos, sobre todo en algunas regiones del interior. En esa línea, por ejemplo, hubo distritos con aumentos de servicios como salud y telefonía que fueron superiores a los percibidos en la Ciudad.

En diciembre es probable que esta tendencia se repita, pero en sectores distintos. Más allá de que el pago del plus de fin de año que ordenó el Gobierno no va a poder ser cumplido por todas las empresas, está claro que hay una inyección de pesos que incentivará a los privados a dar un último retoque. Por eso el BCRA mantiene toda la prudencia necesaria para no dar una señal que pueda despertar al dólar de su calma actual. El REM estima un promedio de 2,4% para la inflación del primer trimestre de 2019. Como lo dijo el propio Macri, la ilusión oficial es perforar ese número. Pero nadie hará un festejo anticipado. La calma habrá que medirla día por día.