Opinión

Emulando a Pirro: los costosos éxitos de Massa

Cumpliendo con el plazo previsto, el Poder Ejecutivo elevó al Congreso el Proyecto de Ley de Presupuesto 2023. Una vez más estamos en presencia de un proyecto voluntarista, tanto en los supuestos macro como en el cálculo de recursos y presupuesto de gastos. Y de ser aprobado tal cual está, deja la puerta a una herencia fiscal para 2024 aún más pesada que la recibió el gobierno de Mauricio Macri.

Una especulación escuchada desde hace algunos días es que tal optimismo prospectivo del Gobierno se debe a que prevé, en algún momento de aquí al primer trimestre de 2023, implementar un plan de estabilización que reduzca drásticamente la inflación, cambie sustancialmente las expectativas y consiga reactivar la actividad y el empleo. Lamentablemente (porque me encantaría que se implemente cuanto antes un programa que estabilice la economía), me permito dudar sobre tal perspectiva.

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Un aspecto fundamental de por qué no es fácil compartirla es que cabe preguntarse seriamente si este Gobierno está en condiciones de impulsar un programa de estabilización creíble y, eventualmente, exitoso. Básicamente porque para que el programa sea creíble hace falta comprometer un esfuerzo que no parece estar en línea con el código genético de la mayoría de la coalición gobernante. Y no sólo esto, tampoco parece que el Ministro de Economía sea alguien dispuesto a tomar la serie de medidas antipáticas (de ajuste en serio) que hay que tomar para implementar dicho programa.

Porque mucho se dice sobre el "ajustazo" fiscal de Massa y de cómo el Gobierno defiende posiciones (en favor del control fiscal y monetario) que están en las antípodas de las que sostenía apenas algunas semanas atrás. Recordemos, por ejemplo, que la Vicepresidente y la transitoria Ministra Batakis acusaban a Martín Guzmán de ortodoxo en materia fiscal, cuando el ex-ministro hacía crecer el gasto público a tasas cercanas al 90% anual.

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Pero las medidas anunciadas por Massa distan mucho de ser un ajustazo: el neto entre el incremento de recursos, la baja de algunos gastos y el incremento de otros, si bien positivo no cubre ni 1/5 del exceso de déficit respecto de la meta prevista en el acuerdo con el FMI para este año.

Mientras tanto, el Ministro Massa intenta, todos los días, anotarse algún éxito. Pero hasta ahora todos tienen un sabor pírrico. El canje de deuda y el dólar soja, los dos hitos más auto-festejados de su gestión, generan alivio en el cortísimo plazo, pero comprometen la gestión macro a futuro, y en algunos casos no sólo la del próximo gobierno sino también la del mismo Alberto Fernández.

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El canje de deuda a principios de agosto, en el arranque mismo de la gestión del Ministro, es un excelente ejemplo. El mismo descomprimió notablemente el cronograma de vencimientos de deuda de los últimos cinco meses de este año. Pero a costa de una concentración notable de los vencimientos que operan a esta altura del año que viene. Justo en el medio de las tensiones que siempre generan las elecciones.

Con lo emitido hasta hoy (y seguramente habrá nuevas emisiones con el fin de atender las necesidades financieras del tesoro) en julio y agosto vencen AR$1 Billón y si bien todo dependerá de cómo pinte el proceso electoral y de las chances del oficialismo, es evidente lo desafiante de la situación. Asimismo, la mayor parte del canje se hizo contra un bono dual que se ajusta según la variación de los precios (CER) o del dólar oficial, la que resulte mayor. O sea que es deuda que se indexa a la variable que más crezca, lo que implica que el mantra de que la deuda en moneda local siempre se paga se vuelva un poco menos apropiado. Devaluar y/o inflar tiene ahora consecuencias directas negativas y ya no sirven para reducir el peso de la deuda (licuar).

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En cuanto al dólar soja, la andanada de toneladas liquidadas a AR$200 por dólar (unos 9 Millones de Toneladas), aun cuando se mantenga la preferencia, no estarán disponibles para abastecer la demanda de los próximos meses.

En tal sentido, hay un par de cuestiones a tener en cuenta: en primer lugar, la expectativa de quienes no vendan ahora sus tenencias a AR$200 por dólar será que en algún momento se volverá a abrir una ventana similar o que el Gobierno tenga que sincerar la situación y que en lugar de inventar nuevos tipos de cambio (el del vino, el de la carne, el de los autos o el de los arándanos) decida una devaluación del peso. Esto vale también para el resto de los sectores exportadores los que ahora tienen un número "oficial" al cual aspirar y sacar cuentas (200 pesos por dólar). Adicionalmente, el panorama climático que se cierne, sobre todo para la zona núcleo, tanto sobre los sembrados de trigo y otras variedades de invierno como sobre los pronósticos de siembra de la gruesa (soja y maíz) que debería comenzar hacia principios del verano, resulta en extremo preocupante.

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Esto no es trivial, si bien el Gobierno confía en que ya pasó lo peor en materia de importaciones energéticas y que la balanza comercial mostrará cierta recuperación como fuente de dólares, seguimos viendo lo difícil que resulta engrosar las reservas del BCRA incluso con todos los anabólicos dispuestos en los últimos meses. Las reservas netas siguen en niveles preocupantes. Con compras por u$s 3.550 millones de dólar soja, las mismas están en el orden de los u$s 2.500 millones.

Además, tengamos en cuenta que el dólar soja tiene un costo fiscal que no es trivial. La diferencia entre los 200 pesos del dólar soja y los 140 del dólar oficial se cubre en el balance del BCRA con letras intransferibles emitidas por el Tesoro, de forma tal de compensar la pérdida que se genera al comprar a 200 y vender a 140 pesos por dólar. O sea que el éxito en materia de ingresos anticipados de agro-dólares tiene su costo; un costo que para muchos no es relevante porque asumen que esas deudas del Tesoro nunca se pagan. Lo cual puede ser un hecho estilizado de nuestra historia pero que no evita las consecuencias que acarrea el sistemático deterioro de la calidad del balance del BCRA.

Tengamos presente, que las deudas del sector público en el balance de la autoridad monetaria suman (entre títulos y adelantos) una cifra 40 veces superior al stock de reservas netas del BCRA.

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