Estaba pletórico. Su mirada de águila irradiaba el viejo fuego sagrado, vivo como en sus mejores épocas, desde el fondo de esos ojos celestes y penetrantes. Volvía a sentirse el mismo. A ser él mismo. Lucía un traje gris perlado, brillante, con camisa blanca y corbata roja de vivos claros. Sonreía. Lucía imponente aquella calurosa noche en los jardines de Clo-Cló. Posaba para las fotos junto a un SUV negro. Era la Chery Tiggo. Varios de los presentes veían en ella a la cuadriga con la que el Emperador soñaba marchar en su vuelta triunfal a la industria automotriz, el sector al que alguna vez -experimentado como pocos en conquistas de todo tipo, incluso las sentimentales- había definido como el "gran amor" de su vida empresaria.

A Franco Macri, no le faltaba razón para creer eso. La producción de vehículos lo catapultó de ser un audaz y astuto self made man del negocio de la construcción a convertirse en un auténtico capitán de la industria. Llegó a fabricar uno de cada dos autos que se vendían en el país. Cruzar ese Rubicón lo coronó como uno de los dueños de la Argentina, tierra a la que, con apenas 18 años, fue, vio y, por supuesto, venció.

Esa foto en el desaparecido clásico de la noche porteña se sacó en noviembre de 2006. Quería, necesitaba, mostrar urbi et orbi que Franco Macri, todavía, tenía hambre de gloria. Pero, sobre todo, que los dioses aún lo favorecían. Ocho años antes, había capitulado Sevel -su legión automotriz- ante los franceses de Peugeot. Apremiado por su riesgosa aventura en Brasil, sabía que en esa negociación no podía repetir los errores cometidos un par de años antes, en la frustrada venta a Fiat.

Pese a que fue después cuando bebió la cicuta del Correo Argentino y el desgobierno de la Alianza afiló el puñal de la expropiación que terminó empuñando Néstor Kirchner, Macri siempre reconoció que su ocaso empresario empezó con su salida de la industria automotriz, aquella que, además de dinero y poder, le dio fama. Por eso, intentó reencender esa estrella en la década siguiente. Lo hizo desde la lejana China, otra tierra de emperadores que lo ungió temprano como su embajador para intereses varios, de la soja al transporte ferroviario. Y los autos, claro.

Macri emprendió su retorno triunfal a la industria automotriz como parte de su alianza con China, que lo ungió como su representante en la Argentina
Macri emprendió su retorno triunfal a la industria automotriz como parte de su alianza con China, que lo ungió como su representante en la Argentina

Decidido a producir un "coche popular", Franco había persistido durante años, en los que intentó seducir a funcionarios y, en especial, potenciales inversores. Coqueteó -más él que su contraparte- para quedarse con la planta de Fiat en el país, una de las más modernas que la automotriz italiana tenía en el mundo y estaba inactiva desde la crisis de 2002. Con cada vez más calles cerradas, optó por anunciar una inversión de u$s 100 millones para acomodar el montaje de dos modelos -Tiggo y el compacto QQ- en la ex Oferol, antigua planta uruguaya de autopartes que, dos décadas antes, le había valido la causa de contrabando que estigmatiza a su apellido hasta el día de hoy.

Más ambicioso que concreto, en aquel momento, ese proyecto era el primer paso antes de radicar una fábrica más grande en esta orilla del Río de la Plata. Sería una inversión de u$s 500 millones. La flamante Chery Socma barajó recurrir a una ex planta de Sevel en Berazategui, propiedad de Armando Amasanti, uno de los antiguos centuriones que Macri había sacado del retiro para esta nueva campaña. Los costos hicieron esa idea inviable; sobre todo, sin algo más que la bendición de Kirchner, con quien Franco se esmeró en cultivar una relación mucho más amistosa que la de su primogénito, Mauricio, ya parado en la vereda opuesta a del matrimonio residente en Olivos.

Misma causa -agravada por el déficit de infraestructura- agotó flirteos posteriores con Jorge Capitanich para instalar la planta en el Chaco del "Coqui".

La ilusión fue desencanto en 2014. Chery inauguró fábrica en Brasil, una apuesta de u$s 500 millones. Alea jacta est: al año siguiente, Macri -golpeado por el primer cepo- cerró la planta de Uruguay. Chery Socma, un negocio importador puro, revivió con la remoción de barreras aduaneras y cambiarias del gobierno de Macri hijo.

Para entonces, Macri Páter ya estaba fuera de sus empresas, en las que ahora tienen voz sus hijos. Hasta el último día, mantuvo vivo el deseo de construir una fábrica. Ayer, Chery anunció u$s 400 millones para hacerla, algo que celebran por igual Alberto Fernández (necesitado más que nunca de buenas noticias económicas) y Mauricio Macri (Chery Socma es uno de los principales activos actuales del grupo familiar). A dos semanas de que, el 2 de marzo, se cumpla el cuarto aniversario de su fallecimiento, el último sueño de Franco Macri empieza a ser realidad.