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El peligroso juego de la política electoral y la necesidad de mantener la economía a flote

El ingreso de la Argentina en modo electoral plantea la necesidad de establecer las condiciones que le den al país la posibilidad de lidiar con sus problemas del presente, de manera de no agravar y, en lo posible y deseable, mejorar las condiciones que afrontará la próxima gestión en apenas diez meses.

Es evidente que el cambio producido en el Ministerio de Economía allá por agosto del año pasado -cuando la salida de Martín Guzmán y el breve interinato de Silvina Batakis marcaron el pico de la convulsión política en la fuerza gobernante-, logró estabilizar una situación crítica que amenazaba con un estallido hiperinflacionario de consecuencias socioeconómicas imprevisibles, así como la posibilidad de una cesación de pagos con el FMI.

Desde entonces, la inflación mensual bajó del 7,4% hasta acomodarse en el escalón del 5% durante el último trimestre. Y se cumplió con la meta de reducción fiscal y de acumulación de reservas comprometida con el Fondo, gracias, en gran parte, a la negociación con los organismos financieros, la reducción de subsidios y la flexibilización del cepo para el sector sojero.

Pero como muestra la evolución de los precios por estos días y la dificultad para conseguir dólares, queda mucho camino por recorrer. Tal como señaló recientemente el propio ministro Sergio Massa al diario británico Financial Times, el paciente aún "está en terapia intensiva", por lo que cualquier mala praxis puede dejarlo en estado terminal.

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Su diagnóstico no ha variado desde que llegó al cargo. Como entonces, considera que la emisión de los últimos tres años atenta contra una mayor baja de la inflación. Y que el desafío no solo es reducirla, sino hacerlo con una recuperación del ingreso y sin dejar de crecer.

Y también, como en aquella oportunidad, cree que la situación actual, en la que el clima preelectoral suma ruidos a la economía, requiere una solución política para avanzar con la estabilización de las variables macro. 

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Y, como planteó el viceministro Gabriel Rubinstein, la que también pueda ofrecer la oposición, con un acuerdo para avanzar en una meta de déficit fiscal primario cero y ahuyentar los fantasmas de un reperfilamiento de la deuda que deteriore aun más el escenario financiero.

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Evitar que se agiten las aguas del presente para que la frágil embarcación de la economía argentina tenga un futuro, más allá de la fuerza a la que el voto le otorgue la misión de mantenerla a flote.

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