El mensaje que dio Cataluña no tiene solidez jurídica para el resto del mundo

El destino de Cataluña no será definido ni por un referéndum ni por una declaración unilateral de independencia. Le tocará a la sociedad española, pero sobre todo a sus instituciones (incluido el Rey), discutir si el complejo escenario político y legal que quedó abierto ayer puede encausarse de alguna manera para evitar que el país siga dividido.

 

Carlos Puigdemont, el presidente del gobierno catalán, se mostró satisfecho por el resultado de la votación, que con 2,2 millones de sufragios, alcanzó 90% de voluntades a favor de la independencia. Y anunció que le pedirá al Parlamento que cumpla con el procedimiento requerido para desligarse del Estado español. Mariano Rajoy, el jefe de gobierno ibérico, volvió a desconocer la consulta de autodeterminación (que buscó impedir a través de la fuerza policial, habilitando una represión innecesaria) y adelantó que hoy llamará al diálogo a todas las fuerzas políticas con representación el el Congreso de los Diputados.

Cataluña tiene un problema interno: además de que una parte de su población no está a favor de la independencia, el referéndum no cumplió con las reglas básicas que instauró su legislatura. Eso reduce su fuerza legal a un acto puramente testimonial.

Para una región que busca constituirse en república, el débil respaldo jurídico de su embestida independentista (invalidada por el Tribunal Constitucional y el Estado español) es un obstáculo casi insalvable. Porque todo lo demás son argumentos agitados por la política. El desafío para Cataluña, si es que pretende ser reconocida por el resto de los miembros de la Eurozona, por empezar) es que necesita hacer pie en algún acto jurídico válido. Y hasta ahora no lo tiene.

El otro punto crítico de su aspiración separatista es que nada le garantiza a Cataluña un futuro mejor fuera del paraguas de España. El mundo hoy tiene desafíos globales que requieren más cooperación y menos barreras. Su fortaleza económica puede volverse relativa de un día para otro. Exitoso políticamente pero prescindible para el resto del mundo es una mala combinación para cualquier país.

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