El impacto de los impuestos distorsivos gana peso en la agenda empresaria
Nadie duda de que el Gobierno tiene por delante urgencias varias en materia económica. Su tarea, no obstante, es prevenir problemas antes de que se transformen en futuras urgencias. El 2025 es un año decisivo para la gestión Milei, por la necesidad de alinear la economía con la política. Por esa razón una parte de su equipo le convendría empezar a hacer foco en el mediano plazo.
Aunque haya señales de recuperación del nivel de actividad, el consumo todavía sigue frágil. Su contracara es la consolidación del superávit fiscal, construido gracias a la motosierra y los aumentos de tarifas (herramienta imprescindible para achicar los subsidios a la energía y el transporte). La consecuencia de este paso fue un cambio drástico en la composición del gasto familiar: aunque hay una desaceleración de los precios de los bienes, los servicios se llevan cada vez más parte de la torta salarial. Esta es la foto del presente, que el equipo económico espera impulsar con la llegada de divisas de los exportadores, los inversores y el blanqueo. Si el FMI habilita un préstamo con fondos frescos, mejor. Todo irá más rápido. Pero si no lo hace, habrá que trabajar para asegurarse todos los dólares posibles.
El triunfo de Donald Trump en Estados Unidos y su política proteccionista, proyectan sobre la economía global más inflación, tasas sin descenso y un fortalecimiento del dólar. Aparece así en el horizonte una esperable disminución del precio de las materias primas.
En ese contexto, hay dos variables que vale la pena evaluar. La recuperación de la economía, la desaparición del último tramo del impuesto PAIS, la baja de aranceles y la apreciación cambiaria, generarán un incremento de las importaciones. La baja de los commodities restará divisas a la balanza comercial, y actualizará el debate en torno a la persistencia de las retenciones.
Los empresarios perciben que la combinación de costos altos en pesos con competencia externa provocarán que sus operaciones tengan menor rentabilidad. Por eso plantean la necesidad de avanzar cuanto antes en la reducción de impuestos distorsivos. IDEA ya hizo punta con esa propuesta, y le puso la mira al impuesto al cheque. El agro mira los derechos de exportación. Según la Fundación Mediterránea, es lógico atender a su impacto fiscal, pero también puede planificarse una reducción gradual en lugar de ir a cero, como probó Mauricio Macri. Si de esta forma el campo logra mantener utilidades, no caerán los pagos de Ganancias, IVA e Ingresos Brutos. Es cuestión de hacer cuentas, antes de que el superávit comercial preocupe por demás al BCRA.
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