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Cuando pensamos en decisiones económicas importantes, solemos imaginar una hipoteca, una inversión, un crédito o la elección de una carrera. Pero la psicología del comportamiento económico sugiere que la decisión más trascendente en términos financieros no es individual, sino relacional.Elegir pareja define mucho más que con quién compartimos afecto y proyectos: también determina cómo se administrarán los recursos, qué riesgos se asumirán, cómo se construirán los objetivos a largo plazo y qué estilo de vida se llevará adelante.

A lo largo del tiempo, nuestras decisiones de dinero dejan de ser personales para volverse interdependientes. Por eso, no sorprende que diversos estudios indiquen que la compatibilidad económica -entendida como la sintonía en hábitos financieros, expectativas y valores- sea uno de los principales factores que influyen tanto en la calidad de la relación como en el bienestar subjetivo.

No se trata de que ambos ganen lo mismo o tengan idéntico nivel socioeconómico. Lo que importa es cómo piensan el dinero, cómo lo usan, cuánto valor le asignan al ahorro, qué lugar ocupa el consumo en sus vidas y qué tolerancia tienen al endeudamiento o al riesgo.

Cuando uno es austero y el otro vive al límite; cuando una parte prioriza el ahorro a largo plazo y la otra busca gratificación inmediata; cuando hay una brecha en cómo se percibe el dinero, la relación entra en tensión. Esa tensión, si se sostiene en el tiempo, puede desgastar el vínculo tanto como la falta de comunicación emocional.

Arquitectura de decisiones compartidas

La teoría del comportamiento económico explica que todos tomamos decisiones bajo sesgos cognitivos: exceso de confianza, sesgo presente, anclaje, entre otros. En pareja, esos sesgos no solo se duplican, sino que exigen una arquitectura compartida para tomar decisiones relevantes.

¿Quién define el presupuesto? ¿Quién propone cambios? ¿Qué temas se conversan y cuáles se asumen como implícitos?

Diseñar esa arquitectura con acuerdos explícitos -aunque suene frío o demasiado estructurado- es clave para evitar conflictos innecesarios y potenciar la cooperación. Las decisiones económicas en pareja no deben quedar libradas al azar.

Un estudio publicado reveló que las parejas que fusionan al menos una parte de sus finanzas, como tener cuentas conjuntas para ciertos gastos, reportan niveles más altos de satisfacción. Esa práctica, lejos de implicar pérdida de autonomía, refuerza el sentido de "proyecto común", un factor determinante en la estabilidad del vínculo.

Infidelidad financiera: un síntoma silencioso

Se trata de ocultar gastos, deudas o ingresos de manera deliberada. La asimetría ocurre cuando una persona es completamente transparente y la otra decide omitir información económica clave. Ese ocultamiento erosiona la confianza y genera sospechas, malestar y conflictos.

La evidencia indica que los desacuerdos financieros reiterados, especialmente cuando involucran secretos, impactan de forma directa en la salud mental y física. Aumentan el estrés, deterioran la calidad del sueño, activan estados de ansiedad y generan una sensación persistente de injusticia.

En términos de salud integral, una relación financieramente disfuncional puede tener efectos equivalentes a otros factores de riesgo más visibles.

Dinero, salud y calidad de vida

La salud financiera es un componente fundamental del bienestar general. Quienes conviven con inseguridad económica permanente -ya sea por desorganización, desconfianza o conflictos en torno al dinero- suelen reportar peor calidad de vida, más dificultades para proyectar el futuro y mayor vulnerabilidad emocional.

Cuando uno es austero y el otro vive al límite; cuando una parte prioriza el ahorro a largo plazo y la otra busca gratificación inmediata; cuando hay una brecha en cómo se percibe el dinero, la relación entra en tensión

Elegir pareja, entonces, se convierte en una decisión económica estructural. No por hacer cálculos fríos sobre el patrimonio del otro, sino por reconocer que compartir la vida implica también compartir valores, prioridades y hábitos relacionados con el dinero.

Parejas que acuerdan metas financieras, que pueden hablar sin culpa ni secretos, y que diseñan estrategias conjuntas para enfrentar gastos o planificar inversiones, construyen vínculos más sólidos y resilientes.

Elegir bien a la pareja no garantiza la estabilidad económica, pero sí puede marcar la diferencia entre una vida con conflicto permanente o una con acuerdos, cooperación y bienestar.