En plena pandemia las redes sociales argentinas revivieron un meme clásico: "¿Sale un vinito?", la icónica Virginia Lago fue trending topic y generó una ola de nostalgia colectiva. Hoy lo que pocos recuerdan es que, en ese momento, además de ser una figura querida por su calidez, Virginia fue protagonista de una de las campañas de educación financiera más exitosas del país.

Hace exactamente cinco años, en pleno aislamiento por la pandemia de 2020, el Banco Nación y la Secretaría de Medios de la Nación lanzaban una serie de microprogramas educativos protagonizados por Virginia Lago. El objetivo: acompañar a los adultos mayores en el uso de canales digitales bancarios, enseñarles a usar la tarjeta de débito, realizar transferencias, y operar desde casa. Una necesidad urgente en un momento en que este grupo era considerado de riesgo y, al mismo tiempo, uno de los más excluidos del ecosistema digital financiero.

Las cápsulas compartidas fueron masivamente en redes sociales, lo que convirtió la campaña en un fenómeno funcional. Celebridades, periodistas y referentes del espectáculo aplaudieron la iniciativa, que logró convertir un contenido educativo en algo compartible, útil y hasta emocionante. Virginia Lago, con su tono pausado y empático, logró generar lo que pocos, confianza. Y esa confianza fue la clave para que muchas personas mayores dieran su primer paso en el mundo bancario digital.

Hoy este aniversario es mucho más que una efeméride, es una oportunidad para repensar cómo comunicamos la educación financiera en un país donde los fraudes digitales siguen creciendo y las brechas de acceso persisten. Lo que funcionó entonces sigue siendo válido hoy: contenidos sencillos, empáticos, protagonizados por voces confiables y transmitidos en formatos que la gente realmente consume.

No se trata solo de enseñar a usar una app, sino de generar conciencia financiera desde la vida cotidiana.

La campaña de Virginia Lago quedó grabada en nuestra memoria por su tono amable, y por su eficacia. Nos mostró que, incluso en medio del miedo y la incertidumbre, era posible tender puentes y generar autonomía financiera. Hoy, ante un panorama digital aún más complejo y riesgoso, necesitamos recuperar ese espíritu: menos miedo, más herramientas; menos tecnicismo, más cercanía.

Celebrar "el día que renació el meme" no es mi fecha nostálgica permitida, es un llamado a la acción. Porque si algo demostró esa experiencia es que la educación financiera puede ser cercana, empática y profundamente efectiva. Fue una prueba concreta de que es posible aprender desde lo cotidiano, desde lo emocional y también desde el entretenimiento.

El dinero está en todo -en las elecciones que hacemos, en los vínculos que sostenemos, en los miedos que evitamos- y también puede estar en las historias que consumimos. Incluir temas reales como la prevención de fraudes, el uso responsable del dinero o los derechos financieros en la ficción, en las series y en los formatos que consumimos a diario es clave para generar aprendizaje colectivo.

Es ahí, en el relato compartido, donde las herramientas se vuelven accesibles y el conocimiento, duradero. Tal vez sea hora de volver a apostar por esa narrativa.