El ex presidente de la Reserva Federal de EE.UU., Alan Greenspan, se hizo famoso por sus discursos ambiguos, difusos. Podía exponer durante horas sobre política monetaria y cambiaria sin arrojar pistas precisas sobre su rumbo. Desentrañar su próximo movimiento era un misterio.

En rigor, es difícil escuchar a los hacedores de política económica en particular la monetaria referirse explícitamente a variables futuras cruciales para la economía, como el tipo de cambio. Y no es casualidad. Los mercados financieros requieren de incertidumbre para funcionar. La especulación en su acepción sin connotaciones negativas es vital para el desarrollo de los mercados. Cuando alguien vende un activo lo hace bajo la creencia de que su precio en el futuro va a caer. El que lo compra piensa lo contrario. De no existir esta disparidad de expectativas no habría mercado.

En este contexto, resultan curiosas las declaraciones de Guillermo Moreno, hoy el hombre fuerte de la economía.

Uno de los impulsores de la campaña pesificadora con sus dichos precisamente fomenta lo contrario: la dolarización.

Moreno vaticinó un dólar a $ 6 a fin de año. Similar al valor de la divisa en el Rofex el principal mercado de futuros del país para los contratos a enero de 2014. Sus palabras restan incertidumbre.

Al tener mayor certeza sobre la cotización del dólar a futuro, la pregunta que surge es: ¿Qué ahorrista estará dispuesto a vender dólares si, de cumplirse el vaticinio, puede ganar 20% en un año? Pocas inversiones en pesos garantizan esa rentabilidad. O ¿qué exportador de soja querrá desprenderse del grano si sabe que esperando hace mejor negocio?