¿El Consenso de Washington está fuera de moda?

La crisis sanitaria replantea los postulados del Consenso de Washington y presenta una oportunidad diferente para la negociación de la deuda argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El concepto 'Consenso de Washington', fue acuñado por el economista británico John Williamson en un artículo publicado en 1989, y se refiere a una serie de medidas de estabilización y ajuste de las economías que en ese momento estaban en crisis post un período keynesiano. Bajo esa propuesta, instituciones como el FMI y el Banco Mundial, empezaron a aplicar paquetes de ajuste negando la importancia del rol del Estado para el desarrollo económico y social. Bajo esta mirada los modelos económicos se fueron alejando del cuidado de las Personas y del Planeta, dado que, bajo esta impronta, solo importaba crecer económica e indefinidamente, sin considerar los efectos colaterales.

Sin embargo, y gracias a las propias fallas de estas recetas, dado que un crecimiento indefinido es matemática, humana y planetariamente imposible, podemos decir que, por lo menos a nivel discurso, existe un momentum que replantea la mirada del Consenso de Washington, en cuanto a las definiciones de los modelos económicos, tal como lo deja de manifiesto la Agenda Global 2030 para el desarrollo sostenible presentada en 2015 y acogida por todos los países.

Este momentum empezó a tomarse más en serio a partir de la irrupción del COVID-19. La pandemia ha dejado en evidencia la crisis ecológica global con la irrupción de nuevos vectores que nos enferman, y también ha demostrado la fragilidad del sistema económico vigente con su consecuente impacto social: más pobreza y más desigualdad.

Hoy los organismos internacionales, tales como el FMI, el Banco Mundial, el Banco de Inversión y Desarrollo, y las Naciones Unidas con sus organismos afiliados, están muy preocupados por los efectos post pandemia en el desarrollo económico y humano. Nadie tiene claro aún los efectos de la pandemia en términos de paz social, pobreza, empleo, producción, salud, cambio climático y ecología. Pero sí se sabe, que todas estas variables, van a empeorar significativa y peligrosamente.

Por ello, una de las preocupaciones más importantes es evitar que los países, sobre todo los emergentes, tomen atajos ambientales y sociales, para generar ingresos económicos lo antes posible, y con ello poder hacer frente a los altos niveles de emisión y endeudamiento que están generando para afrontar la crisis sanitaria. Atajos que solamente aumentarían la crisis ecológica y la social, y que no evitarían el default masivo de las deudas soberanas que ya proyecta el Banco Mundial para el próximo año, si no se hace algo diferente y pronto.

El Director del Banco Mundial, David Malpass, ha sido muy claro en la última reunión del G20. En ese escenario remarcó que se requiere que las reestructuraciones de las deudas sean diferentes para evitar que se produzca una década perdida, como sucedió con el caso de América Latina entre 1980 y 1990.

La pregunta es ¿cómo los evitamos?

Por ahora, las propuestas hablan de un nuevo Plan Marshall o un Green New Deal, propuestas pensadas para los países desarrollados, ninguna aplicable a nuestras realidades.

En este contexto entendemos que se requiere el desarrollo de instrumentos financieros ad hoc y que permitan, por un lado avanzar con la Agenda 2030 global para el desarrollo sostenible, y por el otro, evitar un default masivo de las deudas soberanas.

Por ello creemos que debería replantearse el paradigma de negociación "país desarrollado-país emergente", por un paradigma de "aportes y consumos". Para América latina, este esquema permitiría negociar las "deudas" desde otro lugar, dado que en este esquema, los deudores financieros, son acreedores ecológicos, y viceversa.

En este sentido, Argentina tiene una posición doblemente privilegiada para plantear un esquema diferente, innovador, donde se traten en igualdad de condiciones todas las agendas: la financiera y la ecológica. Argentina, es miembro del Club del G20, y además es uno de los pocos países en el mundo con "superávit ambiental".

Creemos que esta posición de la Argentina, le permite innovar ante el FMI con apoyo de los miembros de su Club, acercando una propuesta financiera diferente y acorde a la coyuntura actual, futura y propia. La Agenda del Club sin duda acompañaría esta moción, dado que según un comunicado oficial de la Presidencia del G20 para la reunión anual que acaba de suceder hace solo unos días, uno de los tres objetivos de la misma fue "salvaguardando el planeta: fomentando esfuerzos colectivos para proteger nuestros bienes comunes globales".

Los "bienes comunes globales", solamente pueden ser "salvados" si se les reconoce su verdadero valor, y para ello se requieren esfuerzos colectivos como fueron los esfuerzos keynesianos tan denostados por el estatus quo, pero que sin embargo, permitieron grandes misiones en beneficio de todos, como fue la expedición a la Luna, el desarrollo del Genoma Humano y la Internet. Todos esfuerzos públicos con capital público y con una mirada estratégica global.

Ahora tenemos otra misión, salvar a la humanidad, y ello solo será posible con nuevas herramientas, dado que las actuales perdieron vigencia y efectividad. El caso argentino puede ser el comienzo de una nueva etapa global.

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