La pregunta que cruza hoy a Latinoamérica es es si los casos recientes de crisis política en Perú, de protestas en Ecuador y el estallido social en Chile, es si hay un hilo conductor. Todo ello en el contexto de un empeoramiento de la situación en Venezuela y del conflicto por la falta de transparencia en las elecciones de Bolivia.

Aunque los especialistas se inclinan a tomar cada caso por separado, los elementos comunes están: la culminación de una oleada de crecimiento económico, déficits públicos, la insatisfacción de sectores medios, la existencia de grupos ideológicos extremos y la inestabilidad intrínseca de los sistemas políticos parecen actuar como combustible en la mayoría de los casos.

"Chile era una olla a presión que voló por los problemas estructurales", dice el politólogo argentino Facundo Cruz, coordinador del Departamento de Gobierno y Relaciones Internacionales de UADE. "Un 1% de la población concentra el 25% de la riqueza, lo cual indica una situación de desigualdad", apuntó.

Alejandro Corbacho, director del Observatorio de Política Exterior de la UCEMA, compara el caso en Europa y lo que denomina "el malestar de la globalización". "Crecieron las economías y además la demanda de inclusión. Y antes el éxito económico estaba asociado al político, a la libertad en todo nivel, ahora aparece un modelo a nivel global distinto, como China, con capitalismo de Estado, control social y un partido comunista único".

Constanza Mazzina, politóloga, remarca la variable institucional. Visualiza como elemento común el hiperpresidencialismo y su inestabilidad, en un panorama de democracias erosionadas por liderazgos caudillistas y de Estados con serios problemas fiscales, acostumbrados a "gastar más de lo que tenemos". En su visión, el denominador común son los efectos del populismo.