De acuerdo con las mediciones de la Organización de las Naciones Unidas, en 2018 la población del mundo alcanzó los 7500 millones de habitantes, aumentando 1000 millones en poco más de una década. Si bien la producción de alimentos se incrementó a nivel global, también lo hizo la demanda, empujada por el crecimiento exponencial de la población. Revalorización de los commodities tradicionales, huella ecológica insuficiente y conservadurismo de los inversores globales, han signado las dos primeras décadas de un siglo XXI hiper tecnologizado pero que ha mantenido sin solución los mismos desafíos en términos de pobreza, desarrollo y sostenibilidad del medio ambiente.

En América Latina, el contexto no es diferente y se suma: pobreza, desigualdad y acceso asimétrico a la educación y a los servicios más básicos. En este marco de acción, un desarrollo sostenible parece exigir soluciones de carácter transnacional e interinstitucional; un enfoque que la actual gestión de gobierno ha comprendido, abriendo la Argentina hacia el mundo y la región.

Parecen retos lejanos y de compleja solución, pero nuestra responsabilidad como servidores públicos y ciudadanos del mundo no es ajena a ellos. Lo que nos lleva a plantearnos cuales son los aportes que podemos ofrecer desde nuestra administración moderna.

Además de los desafíos globales, las demandas y expectativas del ciudadano actual están alineadas con los fundamentos de la gobernanza pública que se desarrolla en la sociedad del conocimiento. Y que exige un enfoque con nuevos parámetros para nuestro trabajo: una gestión centrada en el ciudadano, la planificación estratégica del gobierno, la orientación a resultados concretos (gestión pública por resultados), la implementación de procesos basados en la eficiencia y transparencia, una cada vez mayor optimización de recursos, el uso de herramientas de medición y control, entre otros factores.

Se plantea una verdadera transformación del Estado y sus sistemas de gobierno y administración. Algo que es tan necesario para la salud de nuestro país, como para el aporte que podamos realizar a los problemas del mundo. Un enfoque comprensivo y holístico que suma las mejores prácticas del ámbito privado al sector público en todos sus niveles.

Como parte de un grupo de políticos y administradores jóvenes, entiendo que las cualidades propias de los millennials que han accedido a cargos públicos de relevancia, se transforman en un aporte valioso para el logro de este nuevo enfoque de gestión. Su capacidad de trabajo en equipo, gusto por la innovación y la tecnología son factores clave para la transición hacia un estado moderno. Pero también la capacidad crítica de este segmento etario, así como su responsabilidad social, y el balance que sostienen entre trabajo y vida privada; son aspectos que impactan positivamente en sus niveles de productividad.

Lejos de oponerse a la política y la gestión tradicional, la cultura millennial es una oportunidad. Una verdadera posibilidad de potenciar el talento joven para la lograr la solución de viejos problemas.