Es cierto que a la identidad política la construyen los hechos, pero también las formas. Allá por los comienzos del año 2003, el principal ideólogo del entonces incipiente modelo kirchnerista, el extinto filósofo Ernesto Laclau, había determinado que para construir el liderazgo de un ignoto Néstor Kirchner y consolidar su identidad política debía generarse –o en todo caso profundizarse- un tajo en la sociedad. Está claro que si nos ceñimos por la historia, la Argentina siempre estuvo atravesada por lo que ahora denominan grieta, desde los unitarios y federales en adelante.

Laclau propuso –seguramente basado en sus orígenes de la izquierda nacional con perspectiva trotskista- algo así como una lucha de clases en pleno siglo XXI. Si revisamos los antecedentes históricos, el denominado “entrismo , que no era otra cosa que el trotskismo infiltrándose en el peronismo para acercarse a las masas populares, podía significar una nueva amenaza en tiempos donde la crisis del 2001 estaba todavía muy cerca y el emergente podía ser cualquiera que no haya quedado marcado por el sistema político y por la sociedad después de una de las tragedias más grandes que vivió la Argentina en términos económicos y sociales.

Así empezó a gestarse el modelo kirchnerista. Y rápidamente encontró los enemigos con los que iba a disputar los espacios de poder. Primero en el gobierno de Néstor, y luego en los dos mandatos de Cristina. Sobre todo en la dialéctica, el objetivo era ir contra los grandes poderes concentrados. El establishment, como se le llama. Primero en la emancipación del Fondo Monetario Internacional, algo que los peronistas buscaban interpretar como dos de los pilares básicos del Movimiento, la soberanía política y la independencia económica.

Faltaba la justicia social, algo que se conceptualizó a través de la famosa redistribución del ingreso. En otras palabras, quitarle a los que más tienen para darle a los que menos tienen. Siempre con el mismo estilo de confrontación bélica. “Ellos o nosotros . La divisoria de aguas era muy clara. Pero todavía no había una oposición política. Por eso se construyó al enemigo en el poder indivisible de las grandes corporaciones. Lo que vino después es harto conocido.

Ya en tiempos de Cristina, Laclau no tuvo la misma injerencia ni se constituyó en una fuente de consulta permanente, pero siempre siguió los pasos en la evolución del modelo, que seguía la lógica de radicalizar el tajo en la sociedad. Esa división que tantas veces criticó el actual jefe de Estado, Alberto Fernández, después de irse del gobierno en sus tiempos como jefe de gabinete, primero de Néstor y después de Cristina, su actual compañera en el binomio presidencial.

En una reciente entrevista con el dueño de la editorial Perfil, Jorge Fontevecchia, el presidente se animó a reeditar aquellas viejas discusiones que parecían haber quedado saldadas, al menos desde la unidad electoral. Así fue como indicó que “hay que ir contra los personalismos y construir liderazgos más racionales y menos emocionales y caudillezcos . También dijo que “terminar con la grieta no es un discurso de ocasión ni de campaña sino una necesidad y una convicción . Y agregó: “No puede usarse por un beneficio electoral y tampoco para generar una identidad política a partir de la confrontación. Eso es muy peligroso porque cuando la gente considera que un modelo está agotado, por enojo, termina eligiendo exactamente lo opuesto sin medir las consecuencias. Es el teorema de Rajoy en España que se dio aquí en la Argentina con Macri .

Indudablemente, todos estos mensajes del presidente tienen una terminal que es Cristina y sus formas. Mientras tanto, Alberto procura aprovechar el envión de su liderazgo prestado ante la crisis para ganar autonomía, reafirmar sus convicciones y construir a futuro un equilibrio meridiano en la conducción de una alianza tan versátil como los integrantes que la componen.

Su desafío, entonces, pasa por sostener en el tiempo lo que ha conseguido ante la urgencia y, en el mediano plazo, cambiar la relación de fuerzas. En la metamorfosis del modelo que busca Alberto, habrá que ver si pesa más el legado de Néstor o las enseñanzas de Laclau.