Cristina Kirchner: ¿otro premio Nobel argentino?

El domingo 31 de julio por la noche, el periodista militante Roberto Navarro entrevistó a Cristina Elisabet Fernández por el canal kirchnerista C5N. Ya lo había hecho hace un tiempo, por teléfono. Esta vez se anunció con bombos y platillos que el reportaje sería presencial. Pero pese a la publicidad que se le hizo, el rating fue módico. No superó los 5 puntos, contra los 17 o 18 que a esa hora hacía el programa de Jorge Lanata.

Lo más interesante de las declaraciones de la ex presidenta fue su férrea defensa de los logros económicos de su gobierno. Tanto es así que, medio en broma y medio en serio, dijo que en lugar de perseguirla deberían darle el premio Nobel de Economía. La realidad paralela en la que la señora y sus acólitos viven es conmovedora. La Argentina intenta salir esforzadamente del desastre que en todos los rubros de la economía hizo una gestión de una desbordante torpeza y ellos repiten como si nada eslóganes vacíos.

Del mismo modo, se manifestó indignada por los bolsos de López, que atribuyó a hechos entre privados, con un cinismo que supera todo lo conocido. Y volvió a pedir, en lo que habrá provocado la carcajada de los televidentes, que se audite la obra pública. El mismo día en que una detallada nota de La Nación daba cuenta de una más de las fechorías de Julio De Vido, quien hacía contratar a los municipios los servicios de consultoría de su mujer, la misma que desde la Sigen lo "auditaba" en los primeros tiempos del kirchnerismo.

Días más tarde, por Canal 9, el economista Martín Tetaz le preguntó a Guillermo Moreno sobre las mentiras de la medición de la inflación durante varios años de los gobiernos kirchneristas. Moreno, en lugar de intentar aportar algún argumento, se hizo el ofendido y le dijo a Tetaz que era un idiota. Después, se paró y lo desafió con gestos pendencieros. Tetaz no perdió la calma y siguió formulándole preguntas, que Moreno no respondió.

Es llamativo que se ofenda Moreno porque le señalen algo tan obvio como la grosera adulteración de los índices del INDEC. No hay defensa posible frente a lo evidente. Más eficaz sería que reconociera la manipulación, pero le asignara una finalidad noble, como algunos conservadores de la década del treinta ponderaban, desenfadadamente, como patriótico el fraude que realizaban.

Es bueno que estas apariciones televisivas sean frecuentes. Ya lo dijo el Martín Fierro: "Que siempre sirven las sombras para distinguir la luz".

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