Argentina vive atrapada en una paradoja que se repite década tras década: cuando parece que el crecimiento se asoma, un nuevo temblor macroeconómico nos devuelve al punto de partida. Nuestro PBI per cápita se mantiene en niveles similares a los de mediados de los años 80. En más de diez años no hemos creado empleo formal de manera sostenida. La pobreza afecta a un cuarto de la población de manera estructural y la informalidad laboral promedia el 35%. El resultado es un país donde las expectativas se frustran y el horizonte colectivo se acorta.

Salir de esta dinámica requiere un cambio profundo: dejar de mirar la coyuntura como único norte y empezar a construir una estrategia de desarrollo sostenida en el tiempo. No existen soluciones mágicas ni atajos, pero hay un camino posible si conseguimos articular consensos básicos que trasciendan los ciclos políticos y, sobre todo, si lo hacemos desde un diálogo federal que convoque a todos los actores del país.

Esa es la lógica que inspiró el encuentro que CIPPEC organizó en Córdoba, el primero de una serie de diálogos federales que impulsamos junto a gobiernos, empresas, universidades y sociedad civil para pensar colectivamente cómo ordenar las prioridades del desarrollo argentino.

Córdoba fue una parada inicial porque simboliza la diversidad productiva, el dinamismo educativo y la capacidad de innovación del interior del país. El próximo encuentro será en Rosario, una ciudad que encarna otro polo estratégico de desarrollo y que permitirá seguir tejiendo una conversación amplia y plural.

Si queremos salir de la trampa de la crisis, necesitamos acordar los cimientos de un rumbo compartido. Para CIPPEC, hay tres llaves que deben guiar ese acuerdo: estabilidad económica, institucionalidad sólida y desarrollo productivo.

Es necesario dejar de mirar la coyuntura como único norte y empezar a construir una estrategia de desarrollo sostenida en el tiempo. (Fuente: Cronista departamento Arte)
Es necesario dejar de mirar la coyuntura como único norte y empezar a construir una estrategia de desarrollo sostenida en el tiempo. (Fuente: Cronista departamento Arte)

La primera llave es blindar la estabilidad económica. Alcanzar el equilibrio fiscal es condición necesaria, pero no suficiente. Para que los esfuerzos de ajuste tengan sentido, deben acompañarse de decisiones estratégicas que hagan sostenible el gasto público. El sistema previsional ocupa un lugar central: debe garantizar protección a los más vulnerables, pero también un marco fiscal consistente y equitativo. Sin sostenibilidad fiscal no hay previsibilidad ni confianza, y sin confianza no hay inversión ni desarrollo.

La segunda llave es la institucionalidad. Sin instituciones fuertes y reglas claras, el crecimiento no perdura. La Argentina necesita construir consensos que trasciendan gobiernos, institucionalizar avances y evitar que cada cambio de signo político implique empezar de cero. El diálogo es una condición básica -y demasiado olvidada- para ese objetivo. Y el federalismo debe ser el espacio natural donde esos acuerdos se gesten: los desafíos de una Argentina diversa no se resuelven desde un escritorio en Buenos Aires, sino escuchando y articulando con cada territorio.

La tercera llave es el desarrollo productivo. Argentina tiene todo lo que el mundo demanda: alimentos, minerales críticos, energías limpias y conocimiento. Pero no logra transformar esa riqueza en bienestar generalizado. Para lograrlo, debemos cumplir tres condiciones. Primero, hacer crecer la economía. Sin agrandar la torta, la puja distributiva seguirá siendo un juego de suma cero. Exportar más, atraer inversiones, impulsar la investigación y el desarrollo tecnológico y consolidar una estrategia consensuada con fuerte impronta federal son pasos indispensables.

Segundo, generar empleo. Los sectores con mayor potencial no son intensivos en mano de obra. Por eso, se necesitan políticas deliberadas que articulen cadenas de valor, potencien servicios asociados y expandan la creación de puestos de trabajo formales. Sin empleo, el crecimiento carece de legitimidad social y política.

Tercero, alinear educación y desarrollo. Hoy solo el 13% de quienes ingresan a la primaria terminan la secundaria en tiempo y con los aprendizajes esperados en Lengua y Matemática. A la vez, los sectores estratégicos demandarán habilidades técnicas específicas y competencias transversales como pensamiento crítico, comunicación y manejo de idiomas. Si no cerramos la brecha entre oferta educativa y demanda laboral, seguiremos desaprovechando nuestro principal recurso: el talento de nuestra gente.

En este recorrido, el Estado es insustituible. No porque deba hacerlo todo, sino porque debe coordinar, orientar y garantizar bienes públicos esenciales como la educación, la salud y la infraestructura. Solo un Estado más eficiente e inteligente, con capacidad de rectoría podrá articular la multiplicidad de esfuerzos que requiere una estrategia de desarrollo de largo plazo.

La Argentina ya probó demasiadas veces el camino corto, confiando en que un rebote económico resolvería sus problemas estructurales. El saldo está a la vista: crisis recurrentes, crecimiento interrumpido y desconfianza generalizada. Por eso, más que nunca, necesitamos una conversación nacional que reconstruya las confianzas, defina prioridades y fije metas compartidas.

Córdoba fue el punto de partida de ese diálogo. Rosario será el próximo. Y ojalá, con cada encuentro, podamos acercarnos un poco más a lo que el país necesita: una estrategia de desarrollo con visión de largo plazo, sostenida por consensos federales que trasciendan gobiernos y devuelvan esperanza a la sociedad.