Cómo imagino una hiperinflación

En esencia, en la Argentina, tenemos niveles de inflación absurdamente altos porque la clase política sigue gastando más allá de lo que recauda y a esa diferencia la cubre imprimiendo papel moneda.

Esto es exactamente así desde que salimos de la convertibilidad. Vale aclarar que, con una presión tributaria récord, los políticos tienen la fantasía de subir todavía más lo impuestos para que los privados paguemos los platos rotos.

El dato concreto es que los últimos dos años de la gestión Mauricio Macri serán los de más alta inflación desde 1991. Surgen entonces dos preguntas muy relevantes: 1) ¿Es el dólar el causante de la inflación?; 2) ¿En qué momento una inflación alta puede transformarse en hiperinflación?

El dólar y la inflación

La confusión entre causa y efecto es natural. Pero el dólar no es el causante de la inflación sino que es un bien más de la economía, que tiene su precio. Al aumentar la cantidad de pesos en circulación y no aumentar la cantidad de bienes, sube el precio en pesos de cada uno de los bienes. En muy resumidas cuentas eso es lo que sucede.

Sin embargo una vez que se pone en movimiento este efecto de la suba del precio del dólar, se produce la suba de muchos otros precios (insumos en dólares y bienes exportables por poner dos ejemplos muy obvios). Es una reacción en cadena que se pone en movimiento y que termina encontrando su equilibrio.

En la Argentina hay que agregar que la suba del dólar (generada por emisión), dispara la expectativa de mayor emisión futura, lo que vuelve a impactar en los precios.

Los gobiernos argentinos, típicamente, han atacado el problema inflacionario buscando “anclar (aunque más justo sería usar la palabra “amordazar ) al dólar. Simplemente han buscado cortar la reacción en cadena con distintos diques de contención al precio del dólar (cepo) en lugar de hacer los deberes y poner las cuentas fiscales en orden (porque eso sería dejar de gastar).

Cómo se llega a la hiperinflación

En condiciones normales, los economistas que no discutimos la redondez de la Tierra, sabemos que a mayor emisión de papel moneda, habrá más inflación. Milton Friedman acuñó una célebre frase: “La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario .

Quienes busquen desacreditar esta frase, deberían tener en claro que la inflación se volvió un problema serio para el mundo cuando Estados Unidos salió del Patrón Oro en 1971 en tiempos en Nixon y los políticos llegaron a su paraíso de mezquindad: poder emitir sin ningún respaldo más que “la fe (fides) en el emisor. De ahí que se habla de dinero fiduciario.

¿Qué tiene que pasar para que una inflación se transforme en hiperinflación?

Un concepto muy poco entendido es el de la demanda de dinero. Esto no es más que la cantidad de papel moneda (sean pesos o cualquier otro signo monetario) que los habitantes de un país quieren tener en su poder para poder usar de forma inmediata cuando lo necesiten. No estaría mal decir que es una “demanda de liquidez .

Los billetes que la gente tiene en sus billeteras, los que quedan guardados en un cajón y también los que están en cuenta corriente, forman parte de la demanda de dinero. Veamos un ejemplo para advertir su importancia.

Imaginemos que todos los argentinos decidiéramos aumentar en $100 la cantidad de pesos en nuestra billetera para cualquier eventualidad. Dado que hay 44 millones de habitantes, esto equivaldría a un aumento de la demanda de dinero por $4400 millones.

Quiere decir que si el Banco Central imprimiera $ 4400 millones, dado que los argentinos decidimos tener $100 más en la billetera cada uno, esto no tendría ningún efecto en los precios. Toda esa impresión de pesos sería absorbida por este crecimiento de la demanda de dinero.

Lo que típicamente sucede es que la demanda de dinero es muy estable. Esto quiere decir que no varía a lo largo del tiempo.

Sin embargo, también podemos entender que si la gente decide tener menos pesos en su billetera porque percibe que su valor caerá rápidamente, podríamos tener inflación aún si el Banco Central no imprimiera un solo peso.

Para que se de un fenómeno hiperinflacionario se tienen que combinar los dos males: que el Banco Central imprima pesos fuertemente y que además, caiga fuertemente la demanda de dinero.

En los momentos de hiperinflación se repudia al peso: nadie lo quiere tener encima porque se derrite. Entonces se lo gasta rápidamente para transformarlo en bienes.

¿Qué mecanismo podría disparar esta dinámica tan nefasta?

Imaginemos que el gobierno, con una inflación del 60% decidiera bajar de golpe la tasa de las Leliq al 20% (algo que Alberto Fernández ha manifestado -sin poner números- que podría hacer si es el próximo presidente).

Esto significaría que el que deposita sus pesos en plazo fijo, ni siquiera podría cobrar un interés para cubrirse de la inflación esperada. Si a la gente la fuerzan a colocar sus pesos al 20% con una inflación cercana al 60%, lo que va a suceder es que nadie va a querer tener un solo peso encima. Lo normal sería que esa gente retire los pesos de los plazos fijos y compre dólares.

Pero si además hay cepo, la situación es todavía peor. La gente va comprar dólar paralelo a casi cualquier precio. Es acá cuando comienza una espiral de la que es muy difícil de salir.

En definitiva, se trata de una cuestión de confianza. Por eso es que para evitar una hiperinflación, el gobierno, sea Macri o Alberto Fernández, deberá poner todos sus esfuerzos en intentar recuperar la ya dañada confianza en el peso.

Pero como en tantos órdenes de la vida, la confianza es algo que se construye por años y se puede perder en minutos. En el caso de la moneda de un país, la situación es idéntica.

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