

La crisis cambiaria reciente está alumbrando un nuevo plan económico, cuyas bases son:
a) Un tipo de cambio real más alto, situado en un nivel que considero apropiado.
b) Un ajuste fiscal menos gradualista, que ayudará entre otras cosas, a menor deuda, y menor déficit externo.
c) Menor dependencia del fondeo de mercado (FMI mediante).
d) Una mejor perspectiva para bajar la inflación en meses y años próximos, por la combinación de menos déficit fiscal esperado, ajustes tarifarios en buena medida ya realizados, y en principio, sin ajustes cambiarios (reales) pendientes.
Es entonces un buen punto de partida para vislumbrar una buena performance económica, tanto en materia de crecimiento como en materia de bajar la inflación.
Además de la cantidad de reformas estructurales que hay que hacer para que la economía sea más competitiva, preocupa que haya algunos factores desestabilizantes que no han sido removidos.
El principal de ellos, la persistente idea de que se necesitan hiper tasas de interés para bajar la inflación, y la minimización de los efectos desestabilizantes que ello trae aparejado.
Justamente cuando un tipo de cambio real más alto debería permitir una baja permanente de la tasa de interés en pesos (menor expectativa de devaluación) el BCRA opta por lo contrario: persiste en dar un horizonte de tasas altísimas.
La estrategia de swaps de Lebac, convalidando tasas del 40% para varios meses más, no hace sino acentuar esta política desestabilizante: habrá más pesos queriendo asegurar ganancias en dólares, aun cuando vaya todo bastante bien.
Suponiendo todo siga como hasta ahora, y suponiendo un gran éxito de swaps de Lebac, tendríamos en 6 meses, una masa de Lebac en terceros (no bancarias ni previsionales), de unos $ 480,000 millones (hoy, unos $ 400,000).
Diversos pronósticos locales y externos esperan una devaluación cercana al 10% en 6 meses. Con tasas del 40%, la ganancia esperada en dólares sería del orden del 10% (20% anual), y eso podría ser en sí mismo suficiente como para que esperemos una importante dolarización de carteras en algún momento (y no importa cuántos supermartes haya por delante, puede ocurrir en cualquier momento).
Supongamos que la mitad de esa cifra quisiera convertirse en dólares. Estaríamos hablando de unos $ 240.000 millones que al dólar esperado para dentro de 6 meses (cerca de $ 27), implicaría un potencial de ventas de casi u$s 9.000 millones. Y si el BCRA termina haciendo algo parecido a lo que hizo recientemente, podemos tener: pérdida de reservas (por ejemplo la mitad de esa demanda, u$s 4.500 millones) y suba fuerte del dólar (por ejemplo 10% de devaluación en pocos días). Para licuar y volver a empezar un nuevo round de carry trade.
Y para colmo, una vez más, cualquiera sea la baja de inflación en próximos meses, la misma volvería a subir al menos un par de meses por la devaluación, imponiendo otro tropiezo más en la estrategia desinflacionaria.
Y además, por la incertidumbre que genera todo momento de dolarización, en este caso autogenerada por el gran diferencial de tasas entre pesos y dólar, habría seguramente un nuevo coletazo recesivo.
En otras palabras, la estrategia antinflacionaria del Gobierno, motorizada por el BCRA, así como está planteada, coadyuva a escenarios de inestabilidad financiera, con bajos logros antinflacionarios, y probable afectación del nivel de actividad.
Sería una gran lástima que el Gobierno y el BCRA no puedan lidiar con la inestabilidad que causa centrar la lucha contra la inflación en tasas de interés altísimas. Porque el punto de partida es bueno como para lograr resultados mucho mejores: sin inestabilidad financiera, con menor inflación, y con mejor nivel de actividad.
Dejo para próximos artículos explayarme sobre que pienso convendría hacer para terminar con estos ciclos de inestabilidad provocadas por las super tasas, y como encauzar mejor, el programa económico de buen rumbo que tiene el gobierno de Macri.



