La conspiración crece con los años y con las adversidades. En el antiguo testamento de los enemigos del kirchnerismo figuran con papel estelar el campo, los empresarios indomables (Juan José Aranguren), los banqueros con casa matriz en el extranjero, la prensa crítica y se han ido agregando nuevos conspiradores. Los fondos buitres que le hicieron juicio a la Argentina, el juez neoyorquino Thomas Griesa (que nos falló en contra), y algunos enemigos impensables hasta hace tiempo como el banquero Jorge Brito, el directivo de la Bolsa Adelmo Gabbi o Marcelo Tinelli, tras las peleas por el fútbol con subsidio estatal.

La lista se volvió a agrandar esta semana. Los jueces federales y, en particular, el juez Claudio Bonadio se convirtió en la nueva bestia negra del Gobierno por haber ordenado el allanamiento de las oficinas de la compañía hotelera de la familia Kirchner. La amenaza pública consiste ahora en destituirlo mediante un enjuiciamiento en el Consejo de la Magistratura.

Pero los resultados recientes aconsejan que la Presidenta y sus colaboradores se concentren en despejar las dudas sobre los cuestionamientos en vez de agigantar la lista de conspiradores que siguen gozando de muy buena salud.