¿Bolsonaro al final tenía razón?

En junio, en plena pandemia, el presidente Jair “Mesias Bolsonaro, inauguraba la obra de irrigación mas importante de la historia de Brasil en las costas del rio San Francisco. Una obra de infraestructura de más de 120 mil millones de dólares iniciada hace 15 años atrás, pero que sufrió retrasos durante la administración del PT, siendo uno de los grandes pedidos históricos del nordeste brasileño, bastión político del PT. Esta obra fundacional para el desarrollo económico y energético del nordeste de Brasil simboliza la estrategia política del gobierno para las elecciones de 2022.

Así vemos como a pedido del presidente Bolsonaro, el equipo económico está estudiando extender la duración del programa de ayuda de emergencia hasta al menos diciembre. Inicialmente, la ayuda de R$600 duraría hasta julio. Pero con la recesión cerrando más de 1 millón de empresas y con casi 12 millones de trabajadores viviendo con salarios reducidos, el gobierno extendió la ayuda de R$600 por otros 2 meses. Y ahora, la intención es distribuir en octubre, noviembre y diciembre un monto reducido, posiblemente de R$200 mensuales.

Este es uno de los mayores cambios hacia el pragmatismo ya visto desde que, tras ser reelegida, Dilma Rousseff llamó al liberal Joaquim Levy para comandar el Ministerio de Hacienda y reparar el descalabro fiscal de su primer gobierno. Solo que ahora el camino se invierte. Es el gobierno supuestamente liberal el que busca acelerar el gasto público.

Bolsonaro, hay que admitir, fue el primer presidente electo en Brasil sin hacer promesas a los pobres. Por el contrario, supo encontrar un discurso antisistema con frases como "¿Es mejor tener muchos derechos y no tener trabajo o al revés?" o "Hay que ser un héroe para llevar un negocio con esta carga tributaria en la espalda" y prometió entregar las llaves del tesoro al ultraliberal Paulo Guedes, quien hizo su carrera predicando que hay solución para todo y la solución es menos Estado en la economía.

Este fue el plan hasta que la pandemia del Covid-19 sumió a Brasil en la peor recesión de la historia. Con más de 1.000 muertos por día, sobrepasando los 100 mil muertos hasta el momento y con la economía paralizada, Brasil logró contener la explosión social en el segundo trimestre del año debido a tres propuestas enviadas por el gobierno y ampliadas por el Congreso: la ayuda familiar de emergencia, los recortes salariales temporales y la provisión de crédito subsidiado a empresas en crisis, este último recién comenzó a dar respuesta en el último mes.

En este escenario, a mediados de junio se buscó extender los programas de contención social para comprar tiempo frente a un proceso de recuperación económica incipiente. El cálculo político en el Congreso y de muchos gobernadores era que, si se frenara la ayuda de emergencia en julio, esta arrojaría a más de 20 millones de brasileños a las calles sin ingresos ni posibilidad de empleo. El Congreso presionó para extender la ayuda hasta agosto y septiembre, y el equipo de Guedes tuvo que aceptar contra su voluntad. Pero ahora, la presión para llegar con el programa a diciembre, luego de las elecciones municipales, es del presidente, ya que esta estrategia le está rindiendo un fuerte impacto positivo en su imagen frente a la sociedad brasileña, principalmente en las clases bajas y en el nordeste que es el bastión político del PT.

Temores y estrategias

Bolsonaro está ganando tiempo para llegar fortalecido a las elecciones municipales, con miras al 2022. Meses atrás, incluso los asesores más cercanos temían la posibilidad de una explosión social, con la población saliendo a las calles para culpar al presidente de los muertos en la pandemia. Pero para sorpresa de todos, la lectura política del presidente Bolsonaro al inicio de la pandemia, donde apostó a llegar con una economía menos golpeada al final de la cuarentena al momento de las elecciones municipales, apoyado con un programa de estímulo del orden de los U$D100 mil millones parece estar funcionando.

Como lo comentara en mi columna de abril, el presidente Bolsonaro apostó en un trade-off entre la economía y la pandemia, soportó y maniobró políticamente ampliando su base de apoyo en el congreso, frenando la posibilidad de impeachment en mayo luego de la salida de sus ministros de Salud y Justicia, bajó su exposición pública luego del escándalo de corrupción de un colaborador cercano, bajando el tono de enfrentamiento con la Suprema Corte de Justicia y ahora se observa que la peor etapa de la crisis económica parece haber pasado y ya muchos bancos de inversión cambiaron sus expectativas de caída del PBI para este año de -9% a -5%.

El presidente, sin un partido nacional que le brinde capilaridad política, acordando candidaturas a intendente y concejal a lo largo de todo Brasil con su amplia base de apoyo en el Congreso, construyó un discurso hacia ese brasileño desocupado, sub-ocupado, cuentapropista que no podía darse el lujo de quedarse en casa por la pandemia sin salir a ganarse el pan de cada día, que hoy representa mas del 60% de la masa laboral brasileña, logrando a partir de junio un aumento sostenido de su imagen, que hoy lo sitúa cerca del 40% pese a los 100 mil muertos por la pandemia.

Muchos creen que Bolsonaro concluyó que su reelección no depende de complacer al mercado, este volverá a su regazo en cuanto aparezca un candidato fuerte de izquierda en las urnas. También piensa que la clase media que apoya la lucha contra la corrupción no tendrá opción si logra destruir a Sergio Moro. E incluso los pobres, en regiones que son bastión del PT, muestra una mejora significativa de la imagen del presidente en las encuestas, al final su programa de ingreso mínimo tiene la misma lógica del bolsa familia que en su momento le sirvió a al PT para crecer en el nordeste y desplazar a los caudillos regionales.

Al final del día, cabe recordar que Brasil recorta su caída económica a cerca del 5%, inyecta más de U$D 100 mil millones en la economía, con una inflación por debajo de la meta cercana al 3%, una tasa Selic en 2%, la más baja de la historia y un tipo de cambio estabilizado en R$ 5 por dólar. Claro que la contracara de dicha moneda ha sido el aumento de la deuda pública que nubla el horizonte para el 2022.

Entonces vemos el surgimiento de un Bolsonaro mucho más fortalecido, posiblemente más auténtico, anclado en su formación nacionalista y militar que busca equilibrar una agenda liberal y populista. El liderazgo de los ministros militares desarrollistas equilibra con un ministro de Economía muy desgastado con su agenda liberal y de reformas, pero que, ayudado por un Congreso bastante reformista, puede que logre aprobar algunas de las propuestas de reformas como lo demostró con la nueva ley del Saneamiento en junio, y posiblemente avanzando en este semestre con parte de la reforma tributaria y reforzando el techo de gasto público debido a la explosión del endeudamiento.

Esta no es la primera, ni la última vez, que un presidente pega un volantazo pragmático por temor a la reacción popular. Recordemos al padre del Plan Real, el venerado presidente Fernando Henrique Cardoso, quien mantuvo el tipo de cambio hiper atrasado hasta su reelección, aumentando la deuda externa para luego caer en una fuerte devaluación a fines de los 90. O también, recordar como Dilma Rousseff acosada por las manifestaciones populares del 2013, abandonó el equilibrio fiscal que luego la llevaría a un proceso de deterior económico desembocando en su impeachment. Como decía el padre de la constitución del 88, Ulysses Guimarães, “lo único que asusta a los políticos es la gente en la calle .

Pero por ahora, parece que al final, ¡Bolsonaro tenía razón!

Temas relacionados
Más noticias de Jair Bolsonaro
Noticias de tu interés

Compartí tus comentarios

¿Querés dejar tu opinión? Registrate para comentar este artículo.