Bendiciones a los "malditos" subsidios energéticos

Los ejecutivos (las ejecutivas son una rareza) de empresas energéticas empezaron a respirar más pausadamente. Como si se hubiesen aflojado el nudo de la corbata que abandonaron en tiempos pandémicos.

A pesar de la incertidumbre sanitaria, cambiaria y normativa muchos empiezan a divisar un perfil de tierra. Mientras, para atravesar el mar tumultuoso, está el Estado con más de $ 805.000 millones en subsidios previstos en el proyecto de presupuesto 2021. Vayan a empresas o consumidores, es un alivio.

Hay vida después de la pandemia, a pesar del contexto recesivo. Una destacada firma local, con negocios diversificados en el sector, empezó a intercambiar información con una constructora norteamericana interesada en participar en el cierre de ciclos combinados y recibió la visita de un fondo irlandés que financia proyectos "verdes". Eso sí, a tasa argentina: pretendiendo retornos más altos que en otro lugar del mundo.

Salvo en las naftas, la demanda de energéticos está en nivel prepandemia. Comercializadoras de gas están recibiendo consultas de sus clientes industriales por eventuales ampliaciones de sus plantas de producción. Y transportadoras de petróleo como Oldeval proyectan ampliaciones progresivas de su capacidad, después de haber hecho ajustes por la crisis sanitaria.

El 40% del crudo que pasa por sus oleoductos en este momento se exporta y la posibilidad cierta de que una nueva ley les permita a las petroleras disponer a piacere aunque sea de una parte de las divisas que consigan será un poderoso estímulo.

Esto tampoco implica que haya clima de fiesta en el sector privado, a la espera de cruciales definiciones oficiales. Los productores de gas esperan la garantía de un precio satisfactorio (¿3,5 dólares el millón de BTU?), los de petróleo una definición a mediano plazo de cuánto podrán cobrar el barril internamente; los generadores, que vuelva la indexación de sus costos pesificados desde enero y los servicios de transporte y distribución, que puedan trasladar a tarifa cualquier suba en su insumo. Por ejemplo.

Pero la angustia patronal aminora en la medida que se superan prejuicios sobre el gobierno de Alberto Fernández. Saben que las negociaciones son complejas, pero ya entendieron que no hay voluntad de soltarles la mano, menos de embestir contra las empresas. "Me dio más de lo que pensaba", disfrutaba el ejecutivo de una petrolera después de reunirse con el secretario de Energía, Darío Martínez.

Aunque con un margen fiscal estrecho, se seguirá subsidiando a la demanda y a la oferta. Eso significa que Nación cubrirá una porción de las tarifas y, al mismo tiempo, sostendrá programas "estímulo" para las productoras del gas, básicamente de Vaca Muerta. Entre otros. Las dudas en el interior del Gobierno acerca de cómo empujar inversiones sin violar sus principios políticos demora los planes en ejecución. Es lo que en la conducción de una gran compañía imputan como el "Estado fallido".

"La estrategia oficial será mantener las subvenciones en términos de PBI y la política tarifaria respetará esa restricción presupuestaria", enmarcó la semana pasada Martín Guzmán ante legisladores de la Comisión de Presupuesto y Hacienda cuando le preguntaron sobre los posibles ajustes en las facturas de aquellos servicios. Evitó un "sí" o un "no". Pero dio una guía para buscar la respuesta.

El ministro de Economía estaba precisando a legisladores el Proyecto de Ley de Presupuesto 2021 que el Ejecutivo giró el Congreso, en el que se consignan más de $ 800.000 millones para energía a fin de contener tarifas y auxiliar a productores de hirocarburos y electricidad. Desafiante arquitectura en lo técnico y político que no eximirá a los consumidores de hacer su propio esfuerzo.

Los subsidios están en contra de la cosmovisión económica proclamada por las empresas. Pero si el fisco amaga con abrir la billetera, la mayoría tiende la mano. Gesto común a todos los rubros de la tribuna empresaria. En lenguaje de telenovela sería algo así como "no estoy enamorado, pero no puedo vivir sin vos".

Hay argumentos que suenan sensatos. Es mejor ayudar a una empresa que opera localmente que importar; es necesario preservar el trabajo argentino; se trata de una ayuda transitoria antes de la gloria compartida; de otro modo se seguirán bajando equipos y faltará gas el invierno próximo, una realidad cierta. Etcétera.

"No me gustan los subsidios como incentivo", sintetizó diplomáticamente el presidente de Shell Argentina, Sean Rooney, en un seminario de Energy Forum. Algunas intervenciones estatales son anheladas, como el Plan Gas 4 en preparación; otras denostadas, como el decreto macrista 566, que congeló el precio del petróleo y combustibles. Todas resultan controvertidas y se ven como "interferencias".

El gran misterio es qué pasaría en la Argentina actual si el Estado no buscara formas de regular precios y tampoco ofreciera el soporte de millonarios subsidios.

¿Los consumidores podrían convalidar valores libres en dólares, resultado de la competencia del mercado que invocan las empresas? ¿Los precios serían tan altos como anhelan las energéticas locales? Dudas. Mejor pasar la tormenta en el regazo de Hipólito Yirigoyen 250, acceso oficial ministerio de Economía.

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