Además de discutir metas fiscales, hace falta atender al mundo de la producción

Como toda organización que se fija objetivos, el Gobierno hoy trabaja con una prioridad excluyente: identificar todos las fórmulas posibles para reducir el desequilibrio fiscal y ayudar a cerrar cuanto antes el acuerdo con el FMI. La estrategia de Mauricio Macri está edificada sobre una línea recta (no hay que pasar por alto que el Poder Ejecutivo está a cargo de un ingeniero, toda una novedad institucional para la Argentina), y en ese sendero primero viene el identikit de los ajustes, luego el trato con el Fondo para despejar los problemas de financiamiento y al final, la recuperación de la confianza local e internacional, paso que debería restablecer el circuito de la inversión.

En esa avenida hay otros dos contextos que se busca enderezar: el devenir de la inflación y el mapa de la gobernabilidad. El Banco Central está a cargo del primero, y considera que con la tasa en 40% y el dólar de $ 25 por lo menos hay cierta previsibilidad. Del impacto tarifario se están ocupando Juan José Aranguren y Nicolás Dujovne. Solo para citar como ejemplo, el cambio en el impuesto a los combustibles no se postergó porque antes que el aumento de la nafta se priorizó la recaudación. Habrá que ver si con las subas del segundo semestre pasa lo mismo.

Macri decidió involucrarse en el reestablecimiento de la relación con los gobernadores. Sabe que las provincias no pueden alejarse mucho de la Nación. Pero también sabe que el Congreso hoy se volvió más autónomo de los jefes políticos de cada distrito. Para ese problema por ahora no hay solución.

El sector que todavía espera que le toque su turno es el productivo. Los empresarios acercaron su apoyo al Gobierno en la reciente pulseada legislativa por la ley que buscaba retrotraer tarifas. Pero todavía no logró mostrar que tiene una red para contener los problemas que generó la turbulencia cambiaria. Esa tarea todavía se hace de manera selectiva y compartimentada, y por consiguiente, no es percibida ni por la industria ni por el comercio ni por las pymes. Así como Macri empoderó a su ministro de Hacienda para cumplir la meta principal, debería pedirle a otros de sus colaboradores que abran el diálogo para que el malestar no irrumpa cuando ya no tiene remedio.

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