La grieta de los argentinos responde a un origen fiscal: a la derecha va quedando una pequeña cantidad de ciudadanos en alarmante extinción que todavía vive del sector privado y a la izquierda se acumula una creciente cantidad de argentinos que maman de un Estado que literalmente está quebrado y que, en su situación de bancarrota, se lleva puesta a toda una economía, distorsionándola completamente a su andar.

El Estado argentino es tan enorme y es tan magnánimo que no deja respirar al principal pulmón de todo sistema capitalista: nuestro diezmado y moribundo sector privado.

Dado que la grieta tiene como principal componente la pertenencia o no al Estado, la oposición nos distrae contándonos relatos cósmicos de un potencial cambio de moneda sin atacar lo que verdaderamente nos viene consumiendo: un Estado grande y voraz. Si comenzamos por hacer lo imposible, o sea, achicar de una vez y para siempre a un Estado quebrado, el resto se empezaría a resolver de manera automática.

Si comenzamos a achicar al Estado quebrado, el resto se empezaría a resolver de manera automática.
Si comenzamos a achicar al Estado quebrado, el resto se empezaría a resolver de manera automática.

Sin embargo, siendo la oposición parte del mismo problema, o sea, una clase social que es parte del Estado, mi sensación es que, en vez de achicarlo, nuestro próximo presidente seguirá haciendo lo mismo que sus predecesores: aumento del fisco sin límites, y de esta forma iremos convergiendo a un comunismo de facto tal como nos viene ocurriendo desde hace un siglo y mientras tanto seguiremos batiendo récords de pobreza.

La principal restricción que la Argentina no respeta de manera sistemática es la que se refiere a no poder gastar más de lo que se genera y, en este afán de ignorar dicha restricción, nuestro país intenta alimentar a un Estado voraz que, en su incorregible costumbre de gastar sin límites, se lleva puesta a toda la economía que en principio lo sustenta.

Con el correr de los años, este gasto en exceso se ha ido financiando de variadas maneras distorsivas:

  • Emisión de deuda externa que culminó en default;
  • Emisión de pesos que culminó en hiperinflación;
  • Privatizaciones que culminaron en nacionalizaciones unilaterales;
  • Confiscaciones variadas a los ciudadanos argentinos que a esta altura conocen perfectamente las consecuencias de un Estado que gasta sin límites.

El crowding out (desplazamiento) del sector público argentino contra el sector privado es la principal razón por la que Argentina muestra una crónica carencia en su capacidad de crecer.

El Estado argentino es tan inmenso e ineficiente que asfixia cualquier intento del sector privado hacia el crecimiento, generando a su andar una persistente baja en el PBI per cápita (riqueza por ciudadano).

Simplemente, tenemos un gasto demasiado grande para ser financiado por las capacidades actuales de nuestra economía y, a la vez, aceptamos la ironía del Estado grande, un Estado que es tan grande que no puede educar, que no puede curar, que no puede cuidarnos.

Tenemos un gasto demasiado grande para ser financiado por las capacidades actuales de nuestra economía.
Tenemos un gasto demasiado grande para ser financiado por las capacidades actuales de nuestra economía.Fuente: ShutterstockShutterstock

La ironía del Estado grande argentino es que, en su grandeza, se olvidó de hacer las cosas básicas que se le reclaman a un Estado chico: educación, seguridad, salud.

Percibo una parte creciente de la oposición que intenta ahora instaurar la noción de que se puede tener un Estado grande en tanto y en cuanto sea eficiente, lo cual es absolutamente imposible para una nación que lleva cien largos años de gastarse todo lo que puede.

Al Estado argentino hay que achicarlo con cirugía general, cualquier intento de hacer otra cosa es a esta altura de los acontecimientos obviamente erróneo y suena a "sarasa electoral".

El principio del "Estado grande y eficiente" quizá pueda aplicar a economías como Noruega, Finlandia o Dinamarca con más de un siglo de disciplina fiscal probada, pero para un país como la Argentina en donde el exceso de gasto público es crónico y recurrente me suena a otra excusa más de cierto sector opositor para seguir bancando a un Estado que, con su tamaño, desplaza al sector privado generando pobreza y, al justificarlo, se intenta evitar los altísimos costos políticos que dicha medida ocasionaría.

Argentina es el país del Estado grande y del sector privado chico y la clase política opositora, una de las principales beneficiadas con el concepto, lo defiende a pesar de que en apariencia "se oponga".

La noción de un Estado eficiente versión Noruega aplicada a Peronia no es más que una excusa para evitar cortar lo que hay que cortar. A la pseudo oposición me permito decirles: dejen de entretener con cambios esotéricos de monedas y discutan lo único que importa, achicar al fisco en todos sus frentes. Este es el punto de partida para volver a crecer, sin eso nada podrá funcionar. Aburre tanta sarasa opositora.