Una crítica a la visión estatal de los proyectos PPP

Los proyectos PPP tienen que transformar profundamente el país a fin de hacerlo más productivo y más conectado al mundo, y es en eso en lo que parece estar fallando la visión del Gobierno. Hasta ahora los proyectos más promocionados por el Gobierno apuntan más que nada a brindar mayor confort o seguridad a quienes utilizan determinados tipos de bienes, como puede ser el mejoramiento de los corredores viales o la creación de la Red de Expresos Regionales para quienes viven en el AMBA. En ese sentido no sorprende que se trate primero de hacer obras que favorezcan a los habitantes del Gran Buenos Aires y Capital Federal antes que a los habitantes del resto del país, lo cual no hace sino desnudar el trasfondo centralista de nuestra historia.

Siguiendo con lo dicho, los proyectos PPP tienen que ser un instrumento para devolver al país el rol protagónico que supo tener décadas atrás, y para ello resulta elemental ir aumentando en forma constante el nivel de la actividad económica. Muchos argumentarán que los proyectos PPP pensados para los corredores viales harán más seguras las rutas para los camiones, y que la Red de Expresos Regionales acortará los tiempos entre la capital y la periferia -ambos argumentos son inobjetables-, pero lo que se trata de realizar aquí es una crítica en cuanto a las prioridades que tiene el país.

Por ello mismo resulta entonces objetable que los proyectos PPP previamente mencionados tengan mayor importancia, y mayor vidriera, que otros proyectos clave como lo son el relanzamiento del sistema ferroviario a nivel nacional -entre ellos el tramo que unirá Vaca Muerta con el puerto de Bahía Blanca-, el mejoramiento de los puertos, y por último la construcción del Corredor Bioceánico Aconcagua, proyecto éste último descartado por el tamaño de la inversión. En definitiva, la razón de ser de la crítica es que se están postergando en la consideración aquellos proyectos que realmente aumentarían la productividad del país, con el consiguiente derrame sobre todas las economías regionales. En ese sentido puede destacarse, como los productores frutales del Alto Valle del Río Negro están interesados en poder beneficiarse del tren que uniría Vaca Muerta con Bahía Blanca.

En línea con lo dicho, lo que más llama la atención es el desinterés del Gobierno en un proyecto de gran potencial como lo es el Corredor Bioceánico Aconcagua, el cual permitiría canalizar a través del país y Chile gran parte de las exportaciones que países limítrofes como Paraguay, Brasil y Uruguay hoy realizan hacia Asia en trayectos muchos más largos que deben atravesar el fin del continente o el Canal de Panamá. Siguiendo con ello, así como cinco siglos atrás el descubrimiento de América cambió el eje del comercio mundial del Mediterráneo al Océano Atlántico, hace años ya que la Cuenca del Pacífico se convirtió en el foco de atención de las relaciones comerciales, englobando a las principales economías mundiales y a América Latina, que tiene gran potencial de desarrollo, sumado a economías consolidadas como la australiana o la neozelandesa. 

En resumidas cuentas, el siglo XXI llama a la Argentina a tener una participación mucho más activa y preponderante en la economía mundial, y prácticamente la única vía para lograrlo es que los sucesivos gobiernos locales se inclinen con determinación a expandir nuestro reducido círculo comercial. Si bien es positivo que se lancen proyectos que impliquen una mejora de las condiciones actuales de los corredores viales y del transporte interurbano, el foco tiene que estar puesto en producir más y comerciar más con el mundo. En tal sentido, nuestros pares comerciales encontrarán en Argentina una alternativa atractiva para comerciar e invertir solo si primero el país adopta decisiones que la hagan económicamente atractiva frente a otros, lográndose ello solamente con proyectos transformadores de la infraestructura.

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