Un presidente que se somete al escrutinio de la prensa está más pendiente de sus errores

No debería ser un mérito pero en la Argentina lo es. Mauricio Macri le concedió ayer una entrevista a un grupo de seis periodistas en la televisión estatal y éso bastó para diferenciarlo de sus antecesores. Hacía mucho tiempo que no sucedía. Cristina apenas concedió un par de entrevistas a solas en la Casa Rosada con periodistas que le generaban confianza. Y ofreció una única conferencia de prensa que fue debut y despedida durante la breve gestión de Sergio Massa como jefe de gabinete. Néstor Kirchner recibía a los representantes de los diarios en forma individual y, al principio de su mandato, solía compartir encuentros reservados con los enviados especiales que cubrían sus viajes al exterior. Más abierto con la prensa, Eduardo Duhalde llegó a recibir a cuatro periodistas juntos en la Quinta de Olivos durante los días ardientes de marzo de 2002. Y tanto Fernando de la Rúa, como Carlos Menem y Raúl Alfonsín otorgaban entrevistas más formales en sus primeros años para terminar espaciando los contactos con el periodismo cuando sus gestiones se fueron deteriorando.

Poco después de las 11 de mañana de ayer, Macri se sentó en una mesa ubicada en la terraza del Centro Cultural Kirchner para responder las preguntas de un grupo de periodistas al que fui invitado. Antes había hablado con colegas de Clarín, La Nación y Perfil. La semana anterior había respondido en la TV abierta a Luis Majul y, en la de cable, a Joaquín Morales Solá. Hubo preguntas difíciles de responder y otras menos comprometidas. Y hubo varias respuestas contundentes por parte del Presidente y otras que dejaron interrogantes demasiado importantes para un presente inquietante y un futuro todavía incierto.

Pero un presidente que se somete al escrutinio de la prensa es un presidente que puede corregir sus errores. Si se lo interroga con profundidad, Macri podrá elegir cuánto deja influir en la Justicia a Daniel Angelici y sabrá evaluar cuánto costo político paga por permitir que su amigo empresario, Nicolás Caputo, siga ganando contratos de obra pública. Y buscará resolver más rápido el dilema de la inflación si la cuestión domina la mayor parte de las entrevistas que concede y se convierte en la principal preocupación de los argentinos. Ningún reportaje garantiza el éxito de una gestión presidencial, pero la sociedad tendrá una idea mucho más ajustada de cuánto tiempo y cuántas oportunidades merece un presidente que se atreve a responder.

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