TRIBUNA

Un plan forzado que funciona mejor de lo esperado

Difícil año para empezar a comentar un posible escenario de 2019. Aún estamos recuperándonos del cimbronazo de 2018 que puso en evidencia que, más allá de los problemas coyunturales, debajo de la superficie muchos temas pendientes arden.

Argentina no logra salir de la oscilación de la actividad, en el medio el PBI per cápita cae y ya podemos hablar de una nueva década perdida 2010-2020. Los problemas estructurales van a seguir estando ahí en 2019, pero en el medio se monta una coyuntura derivada del cruce del acuerdo con el FMI y el escenario político en un año electoral.

Existe un dicho Sikh que repite "bienvenidos los vientos de frente, pues son los que te elevan", frase que ojalá funcione para la dirigencia política que aún no encuentra espacios para lograr consensos políticos ni para enfrentar los problemas de fondo de nuestro país: una pérdida relativa de la productividad de los factores, un déficit fiscal (total) crónico, la elevada tasa de inflación y la consecuente tentación de solucionar los problemas a corto plazo con atraso cambiario aunque sea manteniendo un tercio de la población en situación de pobreza.

Creemos que no existen elementos para ser pesimistas y pensar que la actividad va a seguir cayendo. Si las exportaciones muestran una dinámica superior a la de 2018 y 2017, la brecha fiscal primaria se podrá cerrar y la actividad podrá amortiguar la caída. En este sentido, proyectamos un crecimiento de 0% para 2019 que dado el arrastre estadístico del orden de los tres puntos porcentuales que dejará 2018, implica un crecimiento neto entre puntas.

Cambiemos asume al poder sin un plan económico claro; ahora al menos tenemos un programa que podemos llamar de estabilización. Este programa viene funcionando mejor de lo esperado. De ninguna manera este podrá ser el plan de mediano plazo. Es un plan que no resuelve los problemas estructurales mencionados. El déficit fiscal primario no garantiza que la dinámica de la deuda sea sostenible en el mediano plazo, y ese mediano plazo quizás es más cercano de lo que esperamos. Sobre todo cuando el riesgo país no cede y la tasa de interés internacional amenaza con seguir subiendo.

Lo que sí podemos esperar es una relativa estabilidad si no se complica el panorama político. Esa estabilidad sumada a un tipo de cambio real más depreciado podría dar oxígeno a 2019. Mayores exportaciones gracias a esta recomposición son clave para que la demanda externa motorice la actividad.

La recomposición de salarios e ingresos indexados por inflación pueden lograr una recuperación en el margen de la absorción doméstica desde niveles actuales, sin afectar la competitividad precio de la economía.

La meta fiscal de déficit primario cero se logrará principalmente con mayores derechos de exportación, lo cual vuelve a poner a las exportaciones como el determinante de 2019. El ajuste en la obra pública será algo que afectará al total de inversiones, es un as que no se podrá jugar este año electoral. La situación de las provincias es mejor que la de otras crisis.

Somos optimistas respecto al éxito de la política monetaria. Creemos que puede anclar expectativas de inflación evitando el riesgo de espiralización. No obstante, la posibilidad de cambio de signo político en el Ejecutivo paraliza decisiones de consumo e inversión. A mayor percepción de un nuevo gobierno, más tarda en reactivar la economía, lo que realimenta la posibilidad de alternancia en las elecciones. Eso podría derivar en una mayor dolarización, un tipo de cambio menos estable y una actividad que no repunte.

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