Trump provoca ataques de nervios

Qué hará, qué decisiones tomará Donald Trump a partir de su investidura el 20 de enero es el gran tema de este mes, de este año y de los que vendrán. Si llegara a ejecutar la mitad de sus promesas seguramente cambiarían gran parte de las reglas y convenciones comerciales, militares y sociales en el mundo. De las promesas a los hechos ¿hay un largo trecho?.

Un chiste que circula en Buenos Aires en estas horas es que Trump, de alguna manera es una especie de Guillermo Moreno que en vez de poner un revólver sobre la mesa para tratar alguna cuestión dispone de un tremendo arsenal nuclear. Risas más, risas menos, la imagen del nuevo titular del ejecutivo de la principal potencia mundial no se diferencia de la un sheriff de película, mandón, egocéntrico, mentiroso, con ganas de entrar siempre en bravatas.

Incluso antes de asumir ya se conocen movidas militares en Europa reforzando la OTAN y China amenazó que si Estados Unidos barre con sus islas artificiales en el amplio Mar que le pertenece en el Pacífico asiático habrá guerra. Más sinceridad, imposible. China no amenaza en vano, no es su estilo desde el conflicto de Corea a comienzos de la década del cincuenta. Trump le echa en cara a Pekín que le otorga ayuda al dictador, amenazador persistente con su armamento considerable Kim Jong-un, dueño de la vida y la tierra de Corea del Norte. Así dicho, sin eufemismos. Afirmación que saca de las casillas a Pekín que denuncia la ignorancia del norteamericano. Corea del Norte está encerrada en un estilo de comunismo antiquísimo, anquilosado y perverso. Pekín, pese a ser gobernada por el PC maniobra como una potencia capitalista y sólo apetece de indispensables recursos naturales y nuevos mercados, cuestión que ha logrado en el Africa y en América Latina.

Sin embargo Trump, habilidoso y al mismo tiempo intuitivo (lo demostró conquistando los votos de los desplazados y marginados de la producción hartos de los políticos) no está sólo en el poder, no puede hacer lo que se le antoja, salvo que se erija en dictador y rompa con las reglas constitucionales de los Estados Unidos. El Parlamento, con mayoría republicana pero con bolsones disconformes con el nuevo presidente, puede frenarlo. La Corte Suprema está en condiciones de condicionarlo. El establishment empresarial que, salvo las firmas automotrices, no está disconforme con Trump en el Salón Oval, tiene fuerza como para exigirle y sacarle promesas. Nada es fácil. Todo puede suceder.

El largo bla bla de Trump tendrá que construir su propio muro porque de lo contrario con enemigos no se puede ejercer el poder. Tendrá que conceder. La Historia sirve para recordar que a Obama no le fue bien con sus propuestas porque el Parlamento se opuso a ellas. Y si recordamos los años treinta se advierte que la Corte Suprema se opuso a numerosas decisiones de Franklin D. Roosevelt y lo contuvo. Y el Parlamento y las fuerzas políticas neutralistas se opusieron a que en 1939 y 1940 Estados Unidos entraran en la guerra. Numerosos barcos de ayuda personal de Roosevelt a una Inglaterra solitaria lidiando con los bombardeos alemanes y sus submarinos se fueron a pique.

Hubo que esperar a Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941 para que Estados Unidos se pusiera en marcha ingresando en la Segunda Guerra Mundial. Junto con el desafío de Tokio, Hitler en un ataque de locura le declaró la guerra.
Otra proclama de Trump, la del proteccionismo como estrategia está por verse. No es fácil desarmar un entramado empresario que lleva años y un mercado internacional con sus reglas. El nuevo titular del Ejecutivo Norteamericano amenazó a dos automotrices norteamericanas radicadas en México a desplazar sus inversiones a su país de origen. Ford y General Motors tomaron nota no así Toyota ni Nissan, del grupo Renault.

Tampoco puede Trump exagerar su disconformidad con la inmigración latina, especialmente mexicana, prometiendo un Muro y mayores controles en los pasos de frontera. Si los latinos no están ¿quienes levantarán las cosechas en California y en el resto de los Estados Unidos? ¿Quienes lavarán los platos, limpiarán los baños y harán el trabajo pesado que ningún blanco norteamericano quiere hacer?

Otro punto que traerá polvaredas serán los negocios particulares de Mr. Trump titular de más o menos 500 empresas o más ( no hay datos seguros) ¿Concretará o no el fideicomiso ciego como deslizó, custodiado por su familia o meterá mano, una acción a medida de su personalidad?
¿Podrá movilizarse según lo marca la ley y la ética? ¿Seguirá haciendo negocios desde el sillón de la Casa Blanca a su antojo o algún otro poder republicano lo frenará?

De entrada, sin chisporroteos, los elegidos para la CIA y la silla de Defensa por el nuevo presidente discreparon con él respecto del papel de Rusia y respaldaron las acusaciones de los servicios de inteligencia de los tiempos de Obama con respecto a la intromisión de Moscú en las recientes elecciones.

¿Qué hará Trump? ¿Hasta dónde pueden hacer daño sus propósitos conflictivos? ¿Se movilizarán como deberían los otros poderes del Estado?
En 2017 sólo los poderosos tendrán la palabra. Argentina, en el extremo sur, tiene que ir pensando cuáles serán su alternativas para sobrevivir a las probables dificultades comerciales que se pueden presentar y a la búsqueda de nuevos mercados . El Gobierno no puede permanecer en calma como si nada pasara alrededor. Es que el mundo está viviendo un ataque de nervios.

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