Tarifas e inflación: prender una vela a los santos

Hay dos estadísticas por las que el Gobierno prende una vela a cada santo. Hoy se conocerá el informe sobre venta de maquinaria agrícola y mañana, la inflación de julio. Ambas mediciones reflejarán cuál es el humor social y cómo va el termómetro (aún helado) de las inversiones privadas. Por supuesto, las luminarias están encendidas sobre cómo anduvieron los precios y el ministro Alfonso Prat-Gay es optimista respecto de que será sustancialmente menor al 3,1% que registró junio. De hecho, la mayoría de las proyecciones privadas la ubican entre 1,5% y 2,8%.

Aunque fuera así, lo que preocupa en las principales empresas y cámaras empresarias es la película. De acuerdo con el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que difunde el propio Banco Central, julio sí tendría una baja pero las expectativas inflacionarias repuntarían en el cuarto trimestre (1,7% en lugar de la meta de 1,5%). Este clima también está reflejado en el último informe del Banco Ciudad donde también se destaca el objetivo de la autoridad monetaria de cumplir con su meta. Es decir, pareciera que la zanahoria se va corriendo porque faltan definiciones políticas en áreas que son clave para las decisiones económicas; como las tarifas (y no sólo energéticas).

El mercado ya tomó nota de este dato; en especial en la industria, un sector en el que un puñado de dirigentes aún añora las alianzas tejidas durante el gobierno de Néstor Kirchner. Ayer hubo reunión de Junta en la Unión Industrial, la primera luego del receso invernal y tras la conferencia que se efectuó en Córdoba. En la mesa chica fabril hay cruces por los precios domésticos de insumos locales y el temor al crecimiento de las importaciones.

El clima se va tensando en la entidad que conduce Adrián Kaufmann y donde pisan fuerte Arcor y Techint, porque en las pymes -a pesar de la reciente ley para ellas- le reclaman a la conducción nacional más dureza en los mensajes públicos por las actuales condiciones de inversión y competitividad. Del otro lado está el campo, indiscutido aliado del presidente Mauricio Macri y en este sentido el otro indicador del INDEC que se conocerá hoy sobre venta de maquinaria agrícola, tiene peso propio porque revelará si los productores decidieron acelerar o si, más allá de los discursos, mantienen en picada sus compras como el trimestre anterior.

Desde la perspectiva oficial, los técnicos del Palacio de Hacienda y de la cartera que conduce Francisco Cabrera coinciden en un argumento que los tranquiliza en materia inflacionaria. Creen que en la economía real los precios bajan (un poco) aunque no se refleja en los precios nominales y, por lo tanto, no podría medirlo el INDEC. Los supermercadistas y las automotrices lograron convencerlos de eso en las últimas reuniones. Los pocos autos que se venden lo hacen con financiación y a un precio real más bajo que el que figura en lista y lo mismo pasa en las góndolas donde los consumidores recurren únicamente a las ofertas.

Lo que no tranquiliza en el Gobierno es la maraña judicial por las tarifas de gas y luz; no tanto por la ponderación estadística del aumento tarifario sino por el clima social y los niveles de actividad. La preocupación no es exclusividad de los funcionarios. Por ejemplo, las distribuidoras eléctricas denunciaron ante la Bolsa y la CNV una situación límite. Edenor, por citar un caso, sostuvo que sin cobrarle a sus clientes no tendría ingresos para sostener los $ 800 millones mensuales que destina a pagar los sueldos de 7000 empleados.

Del mismo modo, las inversiones previstas para este año por un total de $ 3200 millones quedaron truncas. El desorden es tan grande que mientras la Corte resuelve, le pide opinión a la procuradora Alejandra Gils Carbó y se realiza una audiencia pública no oficial de apuro que cerca de 600.000 clientes que habían pedido la tarifa social (casi el 24% de los usuarios) ahora pagarán tarifa plena.

En definitiva, la falta de definiciones en el terreno energético dilata otras definiciones pero, en ningún caso, suspenden lo que inexorablemente vendrá. Casi al filo de la primavera los argentinos aún no tienen idea de cuánto pagarán de luz o gas ni ahora ni tampoco el año próximo, cuando llegue un nuevo aumento. El equipo económico pelea contra reloj para escribir las proyecciones macroeconómicas del primer presupuesto del presidente Macri, que presentará el 15 de septiembre en el Congreso.

Y los CEOs aún no afilan el lápiz en precios, empleo e inversión. Habrá, entonces, que prenderles una vela a varios santos no sólo por la inflación sino para que por lo menos el cúmulo de errores y oportunismos políticos de este año no se vuelven costumbre para los bolsillos en 2017.

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