Supermercado del mundo: ¿es posible?

Escuchamos en los últimos meses al presidente Mauricio Macri en muchas ocasiones plantear un objetivo para la Argentina: tenemos que ser el supermercado del mundo.

Se trata, sin duda, de una línea estratégica que debemos explorar como país. Es apropiado como objetivo, como visión. Ahora bien, ¿somos conscientes de lo que eso significa?

Lo cierto es que, si bien la meta es ponderable, no basta con proponérsela: se requiere como país una cantidad de buenas prácticas sostenidas en el largo plazo para, tal vez, tener en el futuro alguna chance de alcanzarla.

Hay un punto clave: desarrollar venta de supermercado es desarrollar marca País.

Estamos lejos, pero al menos hemos emprendido el camino. Es admirable, por ejemplo en algunas categorías de alimentos, el trabajo que han hecho en ese sentido países como Italia, Francia o Suiza.

Competir con marca y valor agregado no es lo mismo que exportar una tonelada de soja. Se requieren muchas otras habilidades. Si no, preguntémosle a los españoles, que producen aceite de oliva, pero los italianos se lo compran a granel para exportarlo luego al mundo con su propia marca.

Pero esto no es todo. La macroeconomía debe estar también al servicio del objetivo buscado. Es imprescindible que consolidemos un sistema estable y sin inflación. ¿Cómo le explicamos a nuestro comprador de vino Malbec en Tokio que tenemos que aumentarle un 20% en dólares porque así se incrementaron nuestros costos en esa moneda?

Para ser el supermercado del mundo tenemos que dar además ciertos pasos previos. Entre ellos, bajar la carga impositiva, disminuir la burocracia para exportar y, sobre todo, incrementar la productividad a fuerza de inversiones, mayor competencia y costos internos más ajustados a la realidad global.

Parte de esos costos están vinculados a la logística. En nuestro país se pagan en determinados casos precios ridículamente altos, producto de la desinversión en infraestructura y transporte, y del accionar de algunos sindicatos. En este sentido, afortunadamente, ya se está trabajando fuerte.

En los últimos años supimos, a partir de una ventaja comparativa que es la producción de soja en Argentina, generar el cluster más eficiente y productivo del mundo en dicha especialidad.

Pareciera entonces que la pregunta es: ¿cómo hacer para desarrollarnos como país en algo que no es nuestra ventaja comparativa? Porque tener la materia prima, pese a las apariencias, no lo es la cuestión determinante. Si no, preguntémosle a los suizos cuántas plantaciones de cacao tienen por los Alpes.

Es en ese punto donde todos tenemos que alinearnos y hacer el esfuerzo. Los empresarios, las cadenas de valor buscando la excelencia operativa, los sindicatos, la ciencia, técnica y academia, y los gobiernos (a nivel nacional, provincial y municipal), sin olvidarnos de una oposición política razonable, en busca del consenso.

Debemos saber que la calidad y el cumplimiento son condiciones necesarias, pero no suficientes para ser el supermercado del mundo.

La diferencia la haremos con la estrategia y una indispensable agresividad comercial.

 

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