Si hay desempleo y a la vez falta personal calificado, el Estado algo debe cambiar

A los gremios no los entusiasma hablar de una reforma laboral. La razón es simple: consideran que los cambios no suelen agregar beneficios, sino restarlos. Es una posición atendible, siempre y cuando se haga sobre la base de una propuesta y de un diálogo, más que desde una tribuna.

En las últimas horas la reacción más dura se la llevó la posibilidad de recrear el formato de pasantías laborales, un mecanismo muy utilizado en países desarrollados, pero que en la Argentina es resistido porque en el pasado fue una vía de precarización laboral. Las empresas desplazaban trabajadores formales para contratar empleados con menos experiencia y sueldos más bajos. Al mantener la actualidad de este argumento, los sindicatos están convalidando en forma indirecta que los costos laborales son altos y que el sector privado no generará puestos genuinos sin alguna fórmula que ayude a disminuirlos. La CGT no puede oponerse a las pasantías y a bajar los impuestos al trabajo en la misma mesa de negociación.

También se expusieron críticas a otra iniciativa que madura el Ministerio de Educación, la Agencia Nacional de Formación de Talentos. Ctera planteó que este organismo, que sustituirá al Inet en el relevamiento de las necesidades de formación de las empresas, le quitará al Estado una función educativa, que es la de decidir con criterios autónomos que orientación debe tener la educación técnica.

En la base de este planteo, subyace la idea de que hay dos mercados laborales. Uno que puede ser atendido por las decisiones y acciones del Estado, y otro donde las empresas buscan los profesionales que necesitan. Si hasta ahora lo que operó es el primer modelo, la verdad es que no funcionó. La dificultad que tienen las compañías para cubrir vacantes en el área técnica y la coexistencia de un desempleo alto, indican que algo hay que cambiar.
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