Salud y Economía en tiempos de pandemia: un falso dilema y una propuesta

Estamos muy acostumbrados a las dicotomías. Muchas de nuestras decisiones se reducen a preferir o elegir una cosa o la otra. En todas las facetas, desde un escritor (Borges o Cortázar), un músico (García o Spinetta), un futbolista (Maradona o Messi), hasta una idea o ideología, una visión de la historia, o un curso de acción.

Hoy, la pandemia de coronavirus plantea un nuevo dilema: Salud versus Economía.  Esto es la opción entre preservar la salud, aun cuando eso signifique un colapso económico o, mantener la economía en funcionamiento aun cuando eso signifique mayores riesgos para la salud de todos los ciudadanos.

Lamentablemente, tal planteo, a nuestro juicio, es equivocado. No es uno o lo otro y las políticas públicas deberían tenerlo en cuenta.

Las razones que extienden la cuarentena

La cuarentena deberá mantenerse por mucho tiempo por tres razones: primero, el virus es bastante contagioso; segundo, aún no aparece vacuna a pesar de intensas investigaciones (podría demorar); y tercero, la infección conlleva un riesgo alto de neumonía grave a todas las edades y de muerte entre personas de más de 50 años.

Así las cosas, relajar la cuarentena cuando el número de personas susceptibles de infección en la comunidad sea muy alto, aumenta las posibilidades de disparar nuevamente la epidemia y el exceso de mortalidad coligado (diez veces superior a la gripe estacional). Sin medidas de distanciamiento social la mortalidad en la comunidad puede aumentar casi 70 veces según los estudios de Wuhan, y más aún según los últimos modelos del Imperial College del Reino Unido.

Para colmo, la historia de la medicina demuestra que las epidemias se acompañan de potenciales hambrunas y disturbios sociales. Esto ha motivado a países desarrollados, con problemas de pobreza inferiores al nuestro, a tomar medidas económicas y la Argentina sigue una estrategia similar. Sabemos que todo esto es insustentable de no encontrar la forma de producir bienes y servicios que la gente pueda consumir y pagar, garantizando el flujo de dinero en este proceso “circular bien conocido por los economistas.

De mantener la cuarentena obligatoria durante algunos meses más (recordemos que en el caso de Wuhan, China, la misma se extendió durante casi dos meses y aún no sabemos si no se levantó demasiado pronto), el gran comprador de bienes y servicios de salud será el Estado. Además, si el sistema productivo colapsa, caerán tanto los ingresos de las familias y empresas como los del Estado. Y más allá de las buenas intenciones, no hay forma de que éste pueda compensar la caída de los ingresos de las familias que vendrán de la mano de los despidos, cesantías, y caída de la demanda en general.

No hay que perder de vista que los hogares primero dejan de consumir ciertos bienes como servicios de gastronomía, turismo, recreación y cuidado personal o bienes como automóviles o ropa, o sea aquellos afectados por las restricciones a la movilidad (y no dejemos de sumar la construcción a la lista anterior), pero luego la caída de la demanda (producto de la caída de los ingresos) se generaliza a todos los sectores y agrava los alcances de la recesión, la cual puede llegar a ser devastadora.

Efectos económicos con brutales efectos sanitarios

La pobreza derivada de los efectos económicos del distanciamiento social o cualquier otra causa de recesión posee brutales efectos sanitarios.

Las crisis económicas en todo el mundo se asocian a caídas de la esperanza de vida que siguen bastante de cerca las curvas de actividad económica. La epidemiología muestra que el desempleo y el bajo poder adquisitivo aumentan la incidencia y letalidad del infarto agudo de miocardio. Los tumores más comunes se hacen más frecuentes y graves cuando hay un salto o agravamiento de la pobreza. Se pueden perder hasta diez años de expectativa de vida por los efectos del deterioro social.

Todos estos efectos no tienen relación con el deterioro consiguiente del sistema sanitario, lo cual agravará a su vez este exceso de mortalidad por cuestiones sociales, sino que se deberían a efectos de las penurias económicas sobre nuestro sistema neuro-humoral de adaptación al estrés.

Capacidad de producción

Los argentinos podríamos producir hoy, alimentos a toda escala, entretenimientos a distancia, asistencia a los mayores, insumos hospitalarios de todo tipo, equipamiento para empresas de servicios de energía, agua, sanitarios, y limpieza, y otros elementos por el estilo, además del sistema financiero necesario para agilizar todas estas transacciones.

Falta ropa de cama y protectores para los médicos que podrían ser producidos por toda nuestra industria textil PyME, tuberías y envases de plástico, elementos de monitoreo, material informativo, medicamentos, desinfectantes, transporte punto a punto de grupos de trabajadores para evitar el transporte público, y un largo inventario que podría ser abordado por nuestro sistema productivo hoy absolutamente parado.

Surgen entonces los riesgos de contagio y otros.

Entonces hay dos consideraciones: la primera consideración es que ya hay trabajadores corriendo ese riesgo (médicos, enfermeros, técnicos, policías, recolectores, etc.), el cual podría reducirse proveyéndoles más elementos de protección. Su vida podría ser facilitada con innovación en el aprovisionamiento de viandas. Los jubilados en sus casas podrían tener días más llevaderos con grupos culturales que les hagan visitas virtuales, y otros de asistencia para proveerlos de lo necesario. La lista es larga. Algunas plantas podrían retomar parte de su actividad si adoptan para sus trabajadores ropa protectora (la usan en frigoríficos), y pautas de higiene y distanciamiento en la planta. Lo mismo se aplica a los bancos, donde el riesgo no es tanto para los empleados como para quienes esperan sentados en la sala de espera.

Enfrentar al virus con innovación

Debemos pensar en una manera novedosa de producir lo que necesitamos para ganar esta pelea. Pero el camino no parece ser la intervención estatal de empresas.

Se entiende que escaseen respiradores artificiales, pero no se entiende que escaseen barbijos y mamelucos impermeables que son pedazos de tela y plástico cocidos que decenas de miles de argentinos podrían hacer. Es comprensible, dado su complejidad, que no tengamos anti-virales o vacunas todavía; pero no puede faltar alcohol o lavandina en cada hogar de la Argentina.

Antes que esperar a que el virus se extinga por obra del clima o la suerte, es más sensato intentar liquidarlo con innovación, organización, y solidaridad; entonces así la economía sufrirá menos, y no sumaremos a la pandemia de coronavirus los enemigos más severos de los humanos que son el atraso y sus viejos aliados: la pobreza y el hambre.

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