Salarios viejos con precios nuevos

La convocatoria a un paro general por parte de la CGT para el 25 de junio tiene lugar en el marco de una visible caída del poder adquisitivo de los salarios. De no mediar cambios en el esquema impuesto para los acuerdos paritarios impulsados hasta ahora, el 2018 se encamina a cristalizar una nueva reducción de los ingresos de los trabajadores. Y la oferta que el Gobierno hizo a la CGT de habilitar un aumento adicional del 5% para los sectores que ya acordaron sus paritarias no modifica sustancialmente el panorama.

 

Esta trayectoria es producto de una combinación de factores. En primer lugar, de la baja pauta de referencia inicial de los aumentos (techo establecido por el Gobierno al incremento porcentual del salario). Por otro lado, de la aceleración inflacionaria que tuvo lugar luego de la devaluación del peso (ocurrida desde fines del año pasado y que parece no haber concluido aún). Y finalmente, de la ausencia de mecanismos eficaces incluidos en las paritarias que puedan garantizar la preservación del poder adquisitivo frente a un crecimiento de los precios superior al que había sido previsto cuando se definieron los aumentos salariales anuales.

Si realizamos una proyección optimista (incluyendo la activación de las cláusulas de recomposición y el 5% de aumento adicional) podemos estimar que, durante este año, los salarios reales caerán un 2,2% en relación al nivel que alcanzaron en 2017; y un 5,6% en relación a 2015. El cálculo resulta de realizar un promedio (ponderado) de la evolución de los salarios de seis de los convenios más relevantes en términos de cobertura que ya cerraron sus acuerdos paritarios. Esos convenios, en conjunto, representan a cerca del 40% de los asalariados registrados del sector privado (comercio, construcción, encargados de edificio, entidades deportivas y civiles, metalúrgicos y transporte de pasajeros de corta distancia). Por razones evidentes, la estimación no incluye a los sectores que aún no definieron sus aumentos y que, eventualmente, podrán acordar incrementos superiores a los que ya lo hicieron. La proyección es prudente porque parte de tres supuestos de ese carácter: que la inflación durante 2018 será del 27% (tal como pronosticaron las consultoras relevadas por el BCRA) y no superior; que las cláusulas de revisión incorporadas en la mayoría de los acuerdos lograrán igualar el nivel de los salarios a la inflación cuando se reúnan nuevamente los sectores (la mayoría de ellos lo hará a fin de año); y que el sector empleador refrendará el aumento adicional del 5% impulsado por el decreto del Poder Ejecutivo.

Este escenario da cuenta de que los acuerdos definidos en la negociación colectiva de este año (fuertemente condicionados por el gobierno nacional) no incluyeron esquemas efectivos de preservación de los salarios frente a disparadas inflacionarias. El tipo de cláusulas gatillo, de revisión o de compensación utilizado en la mayoría de los acuerdos no prevé la implementación de aumentos automáticos en caso de que la inflación supere la evolución del salario sino que, por el contrario, sólo abre una nueva instancia de negociación. Además, esas instancias recién se convocarán a partir de los últimos meses de 2018 (o a principios del año que viene), con lo cual difícilmente puedan compensar las pérdidas que se produzcan hasta entonces.

En un marco de elevada incertidumbre respecto a cuál será la evolución de la inflación durante 2018 (por caso, el BCRA anuló la meta de inflación para este año), una de las pocas alternativas disponibles para preservar el poder adquisitivo de los salarios es reemplazar la actual cláusula gatillo por otra que habilite una compensación salarial directa y automáticamente correlacionada con la variación del índice de precios. Sin embargo, queda claro que los criterios más eficientes para preservar el poder adquisitivo de los trabajadores quedan supeditados a las supuestas necesidades macroeconómicas o a la relación de fuerza entre los actores. Es por ello que el escenario más probable es que en 2018 se verificará una nueva caída del salario real. O sea, todo un año de pérdidas mensuales. Los primeros meses porque los precios subían y las paritarias recién se inician en marzo/abril. Y luego de esa fecha, porque la corrida cambiaria sostenida en el tiempo hizo subir nuevamente los precios y los salarios aún no han incorporado las revisiones. Todavía falta mucho para fin de año. En síntesis, todo un año de salarios viejos con precios nuevos.

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