Reperfilaron los peligros del dólar hasta la primera vuelta

En medio de una corrida financiera donde por momentos el pánico y los comportamientos de manada privan más que las razones, cumplir dos semanas de estabilidad cambiaria merece un festejo en la Argentina; mucho más se que hayan frenado significativamente los retiros de depósitos en dólares de los bancos. Y lo más importante: que los ahorristas hayan verificado que los dólares estaban cuando los fueron a buscar, y que en lugar de feriado bancario esta vez las entidades atendían una hora más para cumplir con sus clientes. No es poco para la trágica historia económica de los argentinos.

De mantenerse la estabilidad lograda con el control de cambios, ahora con un dólar regulado que fluctúa entre 55 y 58, y con reservas a salvo de ser vaciadas por la vigencia del cepo mayorista que impide comprar o girar dólares a empresas y grandes inversores; todo indica que ya no peligra tanto la estabilidad mínima de la economía para llegar a las elecciones y votar, si es en primera vuelta, un presidente electo para enfrentar formalmente la transición.

Los peligros se alejan, pero no desaparecen. Se moderó fuerte la salida de depósitos en dólares y también se verificó una razonable renovación de los depósitos a plazo fijo porque el Gobierno mantiene firme la tasa de Leliq para que los bancos ofrezcan más de 60% anual a los depositantes

Sin embargo comenzó a subir y se acerca a 20% la brecha cambiaria entre el dólar regulado en $ 55/58 y el contado con liquidación o el dólar Bolsa, en $ 65/67. Revela que cada vez hay más empresas y particulares dispuestos a pagar más para saltar el cepo. Presumen que la masa de dinero por vencimientos de bonos en pesos en las próximas semanas buscará la misma salida.

Tanto el dólar Bolsa como el CCL no implican pérdida de reservas. Los dólares se compran y venden entre privados. El que pone los dólares en cuentas bancarias dentro o fuera del país es el que compra con dólares propios el bono o la acción argentina utilizada en la operación. Pero si se amplía la brecha entre el dólar regulado y el libre, aumentan las expectativas inflacionarias y de futura devaluación. Se retroalimenta la suba de tasas a niveles explosivos y reaparece el atraso cambiario, con un dólar regulado congelado, pero precios que van al 4 o 5% mensual. Y cada vez es menos atractivo para los exportadores vender a 55 por dólar regulado, si reciben pesos y luego tienen que conseguir las divisas a 65 en el dólar libre.

La pelea es semana a semana, y no se descarta que el Gobierno tenga que profundizar los controles si el drenaje de reservas vuelve a tornarse peligroso. Por ejemplo, que el público pueda comprar hasta u$s 5000 en lugar de 10.000 por mes.

Para asegurar el éxito del control de cambios, el Gobierno tomó y toma decisiones muy complicadas de mantener en el tiempo. El objetivo es obvio: atrapar los pesos como sea, y no dejarlos ir al dólar. Por lo pronto se postergó hasta 6 meses el pago de las letras en pesos de corto plazo por el equivalente de unos u$s 7000 millones. A la vez siguen subiendo sin freno las tasas de las famosas Leliq para que los bancos puedan ofrecer más de 60% anual al plazo fijo, de modo que los depositantes no corran al dólar. Y nadie tiene muy claro cómo hará el Gobierno para evitar que la sucesión importante de vencimientos de bonos en pesos, de ahora y hasta fin de año, no presionen al mercado cambiario.

Este equilibrio tan inestable de dólar controlado hasta votar en octubre debe sobrevivir a los interrogantes y dilemas no resueltos, aún después de las medidas de excepción que adoptó la administración Macri para evitar una crisis financiera terminal que pusiera en peligro el calendario institucional del país en el final de su mandato.

Se tuvo que ingresar en el largo y duro camino del default porque ya sin crédito de nadie, ni del FMI, el país no tiene reservas para pagar sus compromisos. Las que quedan, como se dijo, están para garantizar los depósitos en dólares y no repetir la salvajada del 2001 con los depositantes.

Pero el default significa que ya no hay crédito para nadie. Los bancos, esta semana, suspendieron las líneas de financiación de exportaciones a las Pymes. La escasez de dólares es para todos. Y como regresó el cepo cambiario y el control de capitales, no salen dólares, pero tampoco ingresan nuevos. Nadie ingresa a un cine, si el acomodador avisa que no dejará salir a la gente de la sala.

También el Estado dejó de pagar compromisos en pesos por las Letras reperfiladas, pero alguna vez esos pesos deberán ser liberados.

Finalmente nadie sabe cómo será la transición de las Leliq. El gran interrogante, de una economía que no puede funcionar atrapada en un tsunami de pesos que se renuevan cada 7 días a tasas anualizadas que superan 100% y duplican en un año la base monetaria. El stock de Leliq alcanza unos u$s 25 mil millones. Algo menos que el stock de depósitos en pesos a plazo fijo, cuyas tasas generan a la vez otra bola de nieve de pesos que se van regenerando para poner en riesgo futuro la estabilidad del dólar.

Las sospechas del mercado es que la solución al problema de las Leliq podría sobrevenir después de las elecciones, cuando se consagre un presidente electo. Si Macri no logra su reelección, su sucesor va a presionar para no recibir la pesada herencia. La misma que recibió el actual presidente de su antecesora, Cristina Kirchner. La misma que el Presidente no quiso blanquear ni resolver. Siguió con la bicicleta de no ajustar el déficit y financiarlo con tasas en pesos y deuda en dólares. El final de la historia comenzó con la ola de devaluaciones y pérdida de confianza desde abril de 2018 a la fecha.

Todos saben en el mercado que el ajuste no está resuelto. No lo estará hasta desarmar la bola de nieve de las Leliq. Un instrumento que no representaría un problema en un país normal. Los economistas argumentan que no se trata de un monto riesgoso, menos de 6% en términos de PBI, y la mitad de lo que representaban las Lebac cuando explotaron en 2018. Pero la historia Argentina enseña que todos estos instrumentos terminan mal, resolviéndose con brutales licuaciones, desde los bonos nacionales ajustables de los 70, pasando por el festival de bonos del final de Raúl Alfonsín, y hasta el drama de las Lebacs que le estalló a Macri el año pasado y 12 meses después lo sacudió en las PASO por los efectos en la economía.

Si se recupera la confianza en el peso, desarmar las Leliq no será un problema en la transición. Claro que si se recuperara de verdad la confianza en el peso, tal vez ni siquiera habría que hablar de una transición. Final abierto, al menos con mayor tranquilidad hasta el 27 de octubre.

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