Real Estate: de refugio a alternativa de inversión

La debacle financiera del 2001 llevó a los argentinos a volcarse casi con desesperación al mercado inmobiliario como refugio de sus ahorros. Sin mirar demasiado, y sin entender mucho, los ahorristas invirtieron en real estate y no se equivocaron ya que el contexto inmobiliario de aquel entonces era a prueba de errores.

Luego la realidad cambió y algunos empezaron a tener problemas. No es que los proyectos no se hicieron, son pocos a los que les sucedió eso, pero sí comenzaron a sufrir complicaciones en cuanto a tiempos de entrega, márgenes de rentabilidad y expectativas de capitalización.

Hoy el país es otro, y el público que busca alternativas de inversión en el mercado inmobiliario también. El pequeño inversor se volvió más analítico e instruido hasta llegar a ser hoy casi un experto en inversiones inmobiliarias. El comprador actual se informa, analiza los antecedentes de las desarrolladoras, compara costos, riesgos y rentabilidades, e incluso analiza nuevas alternativas de inversión inmobiliaria tales como el crowfunding, las cocheras, las camas náuticas, o el real estate productivo.

Este público ya no se deja tentar por renders hiperrealistas, brochure en dos idiomas, showrooms con muestras de arte, o lanzamientos con celebrities. Tampoco es condición única el precio de venta y sus posibilidades de financiación. Hoy el inversor observa todas las alternativas, analiza, consulta, se asesora, y recién luego de una minuciosa investigación invierte.

Este nuevo ahorrista diplomado en la experiencia de la supervivencia financiera sabe de rentabilidades anualizadas, capitalizaciones a mediano y largo plazo, fideicomisos al costo, balances auditados, índices oficiales de ajuste por inflación. No se deja engañar. Estudia al desarrollador de arriba a abajo, su trayectoria, su solidez financiera, sus asociados. Estudia el proyecto, el potencial del entorno y el público al que irá dirigido. Y se asesora, con escribanos, con contadores, con financistas.

El tiempo de los buzones inmobiliarios parece haber quedado atrás, y eso es bueno para el inversor y saludable para el mercado. Al desarrollador se le exigen mejores proyectos y a las inmobiliarias mayor profesionalismo, y así, al final, todos ganamos.

 

 

 

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